Vacación en Nuevo México

Autor: Mariluz Uribe
11 marzo de 2019 - 09:01 PM

Por la tarde ella, María y él, Patrick, se habían encontrado en la calle. Ella no estaba perdida, solamente andaba por allí, esperando que pasara el tiempo para seguir su viaje a Ciudad Juárez al otro día.

Cuerpo muerto hallado en Alamogordo. Puede ser una noticia que se lea de pronto en un periódico.

Y ahí estaba ese periódico en la mesita frente al sofá de la sala. Ella lo leyó y lo volvió a poner allí.

 -¿Tienes miedo? preguntó él. – ¿Miedo? Miedo era una palabra que no entraba en su vocabulario. Ella tenía curiosidad, expectación, eso sí.

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Se veía por la ventana el cielo de la noche, muy negro y estrellado, y la rama de un árbol. Silencio afuera, total, sideral. Albuquerque: ciudad muy especial. Adentro sonaba un disco, la bella voz de Joan Armatrading, “Tall in my saddle”. Se repetía.

Ella seguía sintiéndose como un punto en el universo, esa era su sensación.

Por la tarde ella, María y él, Patrick, se habían encontrado en la calle. Ella no estaba perdida, solamente andaba por allí, esperando que pasara el tiempo para seguir su viaje a Ciudad Juárez al otro día. Vestía pantalón y sweater rosa, con una ruana negra, Los dos caminaron a grandes pasos largos. El la invitó a comer algo, fueron a la ciudad vieja, linda, fundada por el Conde Duque de Albuquerque. Arriba brillaban demasiadas estrellas.

Luego se dirigieron a la casa de él, en la calle Oro. En la puerta había un letrero que decía “Esto no es una estación de socorro” y en la escalera una cantidad de sobres tirados, cartas y cuentas. Se sentaron en el sofá de tela verde. Sencilla la sala con la cocina al fondo. Una alcoba y un baño. Él, elegante hombre, proporciones perfectas que hubieran causado la envidia de Leonardo Da Vinci, sencilla ropa forraba elegantemente cada hueso.

A las siete de la mañana sin que hubieran dormido, él salió de la casa y volvió con un pan fresco. Desayunaron. Él se fue a su trabajo, ella se quedó, preguntándose sobre él y también sobre ella. Allí desorden, discos por el suelo, libros marcados con diferentes nombres.

El regresó y a media noche caminaron por el tranquilo barrio, a la mañana él se iba, volvía pronto. El tiempo pasaba, se habían quedado juntos.

Un día él le puso en la mano un frasquito y dijo: “esto es lo que tengo que tomar para sobrevivir”. -¿Qué sería? -Ella leyó. ¡Ay! Tenía que ser prudente, no exaltarse. No mostrar miedo. ¿Metadona? Sólo se le ocurrió decir “bueno creo que ese es un asunto tuyo”. Él dio las gracias.

Un calor acogedor, necesario para hacerle recordar a ella que estaba viva, emanaba de aquel cuerpo armonioso, con unos huesos finos bajo una piel delgada y un vellito color arena. Se entendieron. Sembraron plantitas sobre el televisor dañado, sobre el cual había un letrero que decía “reasume thinking”, volver a pensar. La radio sintonizada en estación mexicana arrullaba con canciones en español

Los domingos salían en un viejo Chevrolet e iban hasta Santa Fe la bella capital. Por una carretera sin carros. Lindos horizontes, bella naturaleza, ¡espacio! Pocos turistas.

¡Él contaba de su mamá irlandesa que escribía versos para cantantes, de su padre alemán nacido en África, de su hermano gordo, actor de cine. Qué dormía en el suelo!

A veces contaba de sus esposas, la primera, una enfermera, dijo la había encontrado muerta una noche al volver de su trabajo... La segunda, una francesa con una hija, ella lo había dejado y ahora vivía con un hombre que estaba muriendo de cáncer.

Nunca supo él lo que su exesposa hizo para que ELLA se fuera y lo dejara. Le escribió a él una carta que él leyó y dejó tirada en el suelo contra la pared. ¿Esperando que ELLA la leyera? Tal vez. Finalmente ELLA la leyó, vio que él quería que lo hiciera. En la carta la Ex contaba horrores de él y le advertía que su nueva amiga, pronto lo dejaría.

Sin embargo el tiempo que permaneció con él, ella sentía que él le daba mucho amor. ¿Qué más quería ella?

 -“Si no tengo amor nada tengo”. Estaba escrito en la Biblia, en una página que él mantenía abierta.

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Pero el amor se puede acabar, lo mismo que cualquier trapo viejo. Así sucedió que una impensada mañana ella arrancó para al aeropuerto y tomó el primer a avión que salió para cualquier parte. Pero la belleza de Nueva México quedó en su vida. Adiós a la vacación.

 

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