Una feliz esperanza

Autor: Pbro. Emilio Betancur
10 noviembre de 2019 - 12:06 AM

Esperanzas que nacen en la Resurrección

Medellín

Pablo en su primer escrito del Nuevo Testamento año 57 envía a la comunidad de Tesalónica a Silvano y Timoteo, no como corresponsales a sueldo de malas noticias sino como testimonios vivos con un mensaje de esperanza ante las serias dificultades que pasaba la comunidad. “Ante todo que Dios los quiere y sin merecerlos ellos y nosotros nos ha dado un gran consuelo y una feliz esperanza y un espíritu de alterno y firmeza para que siempre obremos el bien para los demás” Advierte Pablo: “No todos son de fiar. Que Cristo el Señor abra el corazón al amor de Dios y les comunique su propia paciencia”.

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A solo dos semanas de pasadas las elecciones en nuestro país es oportuno y necesario leer esta carta con los mismos sentimientos de Pablo que son los del Resucitado: Que Dios nos quiere y nos ha dado en estos días un gran consuelo ante la pobreza de no tener con quien hablar para que se escuche la tristeza de trabajar por no poder estudiar. Dice Pablo “mantengan una feliz esperanza cuando creemos que todo está perdido”; por la corrupción y la polarización que no están sino en los políticos, por la inseguridad que es el signo de múltiples carencias. Por la falta de salud que hace sentir prematuramente la muerte. Y continúa Pablo: “Un espíritu de fortaleza para que siempre seamos solidarios con los demás”. Entre nosotros se ha debilitado la solidaridad porque hemos perdido la compasión, no como sentimiento de deblidad, sino de sentir en carne propia lo que sufre el otro.

Sin resurrección no han esperanza

Siguiendo en la orientación de Pablo, la resurrección es el motivo dominante del evangelio de hoy. Sin resurrección no hay fe, ni mucho menos esperanza; y no contar con ella es dejar de lado la fidelidad del amor que Dios nos tiene. De modo que todo lo dicho por Pablo tiene como raíz la fe en la resurreción de Jesús.

La afirmación que Dios no es un Dios de muertos sino de vivos significa reconocer una fuerza; en lo que dice Pablo; de esperanza, de aliento, de consuelo y fuerza que fecunde las personas, sin negar las injusticias, las opresiones y las inequidades. Pero asumiéndolas con amor en lugar de satanizarlas.

El amor fecunda la esperanza

El amor es lo que da fortaleza y esperanza hacia la resurrección haciéndo eficaz todos los empeños humanos en favor de la sociedad. La resurrección es la victoria de la cruz vivida con amor. Esta es la experiencia que se ofrece como como sanación a los males que nos afligen. La ciencia, la tecnología, no solo son necesarias sino indispensables para derrotar todo lo que va contra la vida. Sin duda alguna que hay terrenos difíciles que explorar, caminos que hay que recorrer: pero, el esfuerzo de la inteligencia constituye la nobleza del hombre; y lo es todo cuando se hace con amor; es decir dando la vida. Puede haber momentos antes o después en que se pensó que todo estaba perdido. Sólo el mismo amor transforma lo más difícil, porque el amor es lo único que da eficacia al empeño humano por los demás. Además, fue la experiencia de Jesús, de la que debemos vivir todos creyentes y acompañar a quienes aceptan estos riesgos. La resurrección es la victoria de la cruz vivida con amor; salvar todo lo que estaba perdido”

A los siete hermanos judíos asesinados por Antíoco Epifanes increyente de la resurrección, los sostuvo la fe en la resurrección “Las similares torturas que sufrió el cuarto hermano, lo llevaron a decir antes de expirar: “vale la pena morir en manos de los hombres cuando se tiene la firme esperanza de que Dios nos resucitará. Tú en cambio, no resucitarás para la vida” (primera lectura).

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“Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño. Mis pies han estado firmes en tu camino y no vacilaron mis pasos. Yo te invoco porque tú me respondes. Dios mio, inclina tu oído y escucha mis palabras. A la sombra de tus alas escóndeme; yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante” (Sal 18).

Lecturas del domingo 32º del tiempo ordinario - ciclo c

Estas son las lecturas del domingo, 10 de noviembre de 2019

Primera lectura: Lectura del segundo libro de los Macabeos (7,1-2.9-14):

Salmo: Sal 16,1.5-6.8.15

Segunda lectura: Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,16–3,5)

Santo evangelio según san Lucas (20,27-38):

En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y de descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer».

Jesús les dijo: «En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.

Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».

Palabra del Señor

 

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