Los últimos 42 años en Colombia

Autor: Lázaro Tobón Vallejo
28 noviembre de 2019 - 12:03 AM

El gran perdedor no fue el gobierno, son el Congreso de la República y los partidos políticos que ha sido incapaces de leer la Colombia del siglo XXI,  que ya está cerrando su segunda década.

Bucaramanga.

En el gobierno de Alfonso López Michelsen, el país vivió uno de sus peores momentos con el paro cívico del 14 de septiembre de 1977. Los relatos de aquel momento dan cuenta de batallas campales, saqueos y todo tipo de desmanes en Bogotá. Estaba yo pequeño, pero recuerdo la frase del presidente López, palabras más o menos: Colombia es un país de 25 millones de cafres y 100 sabios, tal vez asimilando su locución presidencial lo que alguna vez dijo el maestro Darío Echandía, refiriéndose al país de cafres.

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Transcurridos 42 años, la marcha de la semana pasada daría también para reencauchar lo expresado por Echandía y López, somos un país de cafres, pero no todos los 46 millones de habitantes, sino unos cuantos anarquistas, pegados aún de los métodos y arengas de los años 60 y 70, pero que, infortunadamente tienen gran capacidad para hacer de daño y generar estigmatización para la gran mayoría que salió de manera pacífica a ejercer el libre ejercicio de la protesta.

Ciudades como Medellín y Bucaramanga mostraron ser capaces de hacer protestas civilizadas, pero, al finalizar las mismas, los cafres se dedicaron a atentar contra la Universidad de Antioquia, tal vez en represalia al abucheo recibido por los estudiantes contra unos encapuchados que les obligaron salir del Alma Máter y en la Ciudad Bonita se dedicaron a dañar el Palacio de Justicia, las estaciones de Metrolínea y locales comerciales. Caso contrario lo de Cali y Bogotá, capitales en los que se tuvo que recurrir al toque de queda.

Da tristeza como en la Sultana del Valle la involución cívica en estos años ha ganado terreno, luego de haber sido catalogada la mejor ciudad del país en civismo en la década de los 80 del siglo anterior.

En estos 42 años por el Palacio de Nariño han pasado diez presidentes, se llevó a cabo una constituyente para adecuar el país a las nuevas realidades sociales, económicas y jurídicas, qué dio luz a una Carta Magna garantista, pero debilucha en el tema de los deberes ciudadanos, a su vez, ya es una colcha de retazos, gracias a la manoseada que le han pegado desde su promulgación en 1991.

Se intentó doblegar a los revolucionarios con el famoso Estatuto de Seguridad, de Turbay, el estado excepcional, que terminó siendo permanente, como fue el estado de sitio, o política de la Seguridad Democrática, a la que se le debe reconocer el fortalecimiento del país, luego del desgobierno del hijo de Misael.

En torno a la paz se alcanzaron negociaciones con los insurgentes, logrando acuerdos con el M-19, el EPL, el Quintín Lame, las Farc, qué bien o mal, pusieron sobre el tapete la necesidad de repensar al país multidisciplinariamente y con múltiples visiones y realidades. La lucha contra los carteles del narcotráfico marcó esta historia reciente del país, dejando ríos de sangre a lo largo y ancho del territorio y una cultura que en varias ciudades del país no se ha podido erradicar.

Claro que el país ha avanzado en muchos frentes, pero tenemos rezagos importantes también en otros, como es el empleo digno y con calidad, el tema de la salud y la educación, que son sensibles y ponen sobre el tapete la prioridad para la concertación nacional a la que el presidente Duque se comprometió en la alocución del viernes pasado.

A renglón seguido, la oposición sale con su propia intervención haciendo el inventario de las motivaciones de la marcha, pero, queda en el ambiente un vacío por parte de ellos, al no ponerse a disposición para aportar en la construcción del nuevo diálogo social colombiano. La oposición tiene el deber moral de sumarse a los esfuerzos para un verdadero cambio en lo rural y urbano.

El gran perdedor no fue el gobierno, son el Congreso de la República y los partidos políticos que ha sido incapaces de leer la Colombia del siglo XXI, que ya está cerrando su segunda década, y como lo dijo Fabio Echeverri Correa, en su ejercicio presidencial en la Andi. “La economía va bien, pero el país va mal”, y esa nación a la que se refería Echeverri Correa, es la que en los últimos 42 años no hemos sido capaces de entender.

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Con lo del jueves queda claro, que hemos perdido 42 años de oportunidad de construir esa Gran Colombia. Duque deberá desmarcarse de la agenda del Centro Democrático, construir la de su propio gobierno para poder legitimarse, porque lo del paro fue un mensaje claro, reacciona y actúa o lo bajan de la silla presidencial.

 

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