Los alcances de la corrupción

Autor: Álvaro López Rojas
19 septiembre de 2017 - 12:09 AM

El querer de todos que es la convivencia pacífica requiere de partidos políticos que encarnen los ideales a partir de los cuales se tracen los caminos de la nación y se construyan las propuestas y alternativas, proscribiendo las candidaturas sin respaldos ideológicos

La aspiración del mundo actual es la humanización de todos los aspectos de la vida, construyendo sociedades igualitarias e incluyentes, lo cual significa el reconocimiento de deberes y derechos ciudadanos en la vía de la felicidad, entendiendo por tal, la ausencia de guerras, hambrunas, pestes y desigualdades. La democracia parece ser la meta. El querer de todos que es la convivencia pacífica requiere de partidos políticos que encarnen los ideales a partir de los cuales se tracen los caminos de la nación y se construyan las propuestas y alternativas, proscribiendo las candidaturas sin respaldos ideológicos. En teoría la política y quienes a ella se dedican celan la existencia de condiciones de paz y establecen los parámetros reales del bienestar común.

No es bueno para la vida de una nación la presencia de actores políticos que adoptan posiciones mesiánicas y entronizan estados áulicos cargados de odios y crasa ignorancia que los lleva al populismo aberrante que destruye, sataniza y excluye todo lo que no coincida a rajatabla con sus ideas o intereses. No es bueno que se haga proselitismo insultando y calumniando al opositor, ni llenando las redes sociales de mensajes consientes o subliminales que destruyan. El debate sano, de frente al rival y al pueblo que elegirá la mejor opción, tiene que imponerse sobre las malas prácticas de entronizar la mentira en los procesos electorales. Necesitamos buenos ciudadanos, los mejores, para que nos gobiernen. Personas que tengan la gallardía de declarase incapaces, cuando no pueden con la carga.

A todo nivel se habla de la corrupción como la fuente de todos nuestros males, y lo es. Pero hay que asumir que corrupción es toda desviación de los fines esenciales del Estado. No solo los delitos contra el erario constituyen corrupción: también es corrupto quien obstaculiza el funcionamiento de la administración pública con ánimo populista y quien obstruye la justicia con fines perversos; quien usa los cargos públicos para colocar a parientes y amantes, es corrupto. Llegar a dignidades de dirección y liderazgo de la mano de delincuentes, con el encargo de solapar irregularidades y devolver favores es, corrupción. Además cuando la contraprestación es disimular pocas aptitudes y muchas actitudes que van en contravía del interés general, la cosa se vuelve patética.

Lo invitamos a leer: Decencia debe ser el nombre del poder

Las reformas que requiere el país tienen que estar dirigidas a la organización de la clase política en partidos, sin los ismos que la han venido corrompiendo y haciendo efectivo el control al voto programático, de tal forma que, por ejemplo, si el alcalde de Medellín resulta un fiasco, contemos con mecanismos expeditos para removerlo del cargo. Y los controles requieren de una justicia dotada de instrumentos eficaces y manejada por mentes superiores, capaces de garantizarnos cobertura universal e igualitaria. Pero los mismos políticos, protegiéndose de las prácticas mafiosas y emprendiendo el camino de la decencia, nos están ofreciendo la vida que merecemos los colombianos. Y cada ciudadano, al elegir, debe pensar que el futuro es su responsabilidad.

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Comentarios:

Edgar
Edgar
2017-09-19 07:01:34
Qué bueno que este ideal se viera plasmado en la vida y honra de todos nuestros queridos políticos. Es un sueño , y será realidad algún día ?

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