La sociedad del oscurantismo

Autor: Lázaro Tobón Vallejo
26 octubre de 2017 - 12:07 AM

Son 20.000 jóvenes que están en veremos, porque, este modelo de desarrollo de ciudad como no fue idea del burgomaestre actual está en el limbo.

“No entiendo por qué la gente se asusta de las nuevas ideas. A mí me asustan las viejas”. (John Cage)

La Colombia del siglo XXI, pareciese que la hubiesen introducido en una cápsula del tiempo y trasladado a la edad media, en donde una sola tendencia política es válida, convirtiéndola en un pseudo dogma de fe, pero a su vez, carente de una ideología propia colectiva, sino que emana de su príncipe y de allí que los súbditos están genuflexos al bastón de mando, pero, lo grave está, que todo aquel que no esté alienado a esa corriente es sometido a las nuevas formas de inquisición y cacería de brujas.

Por otro lado, el máximo órgano representativo de nuestra democracia, el Congreso, ha involucionado de tal manera, que ha sido incapaz de estar a la altura de sus responsabilidades sociopolíticas, lo que lo han llevado a ser un digno ejemplo del oscurantismo ideológico, porque de allí no emanan grandes soluciones para el país, convirtiéndolo en un escenario improductivo de ideas, que no le permiten al ciudadano común y silvestre comprender de manera fácil las dinámicas de la realidad del país, y así formarse una opinión, lo que nos conduce a una intencionalidad del oscurantismo en dejar al pueblo sumido en la ignorancia, porque sí dejáis que el pueblo se ilustre, sin curul quedarais.  A su vez, los últimos acontecimientos del debate político sobre el caso de corrupción de Odebretch fueron una digna tragicomedia de verduleros, como decían nuestras abuelas a referirse a personas de lenguaje y comportamiento vulgar.

En el ámbito regional, el oscurantismo está asomando por las huestes de la administración federiquista, la cual está firmemente empeñada en retroceder en los avances en educación dejados por sus antecesores, quienes visualizaron una sociedad en donde el imperativo de la educación era el único escenario posible de transformación real en el largo plazo de Medellín, en especial, el legado dejado por Aníbal Gaviria Correa, quien a través de un proceso de transformación social y de inclusión a la educación superior, parte de los recursos recibidos de la fusión Une – Millicon, irían  para la construcción de las ciudadelas universitarias de Occidente (antigua cárcel del Buen Pastor), en la cual se proyectó tener una cobertura de 10.000 estudiantes, como también la de Norte, con la esperanza de incluir otros 10.000 estudiantes al sistema universitario de la ciudad. Son 20.000 jóvenes que están en veremos, porque, este modelo de desarrollo de ciudad como no fue idea del burgomaestre actual está en el limbo.

Lea también: Hay que ser y parecer

Claro está que desde la “baticueva” de la Alpujarra, se idearon la inclusión de los estudiantes a través de descentralizar la educación de las tres instituciones adscritas al municipio, en los barrios populares, a través de un programa, que sí bien es benévolo en su intencionalidad pone en riesgo la calidad de la educación, porque muchos de esos muchachos que están ingresando, llegaron a él porque es gratuito; lo hacen sin vocación, lo que a futuro podría redundar en deserción, afectando así la estabilidad financiera de las tres instituciones, porque la transferencia se hace con base en estudiante dentro del sistema.

¿Será que la platica reservada para la educación se fue en los avisitos viales de la ciudad?

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