La miseria indígena  en las obras de Jorge Icaza

Autor: Lucila González de Chaves
27 agosto de 2017 - 03:00 PM

Lucila González de Chaves resalta la temática indigenista en la obra del autor Jorge Icaza y su importancia en la novelística hispanoamericana.

Latinoamérica

El indio ha servido de estímulo y de modelo a los cultivadores del tema indigenista. Un importante sector de la narrativa hispanoamericana tiene por tema el indio. Unas veces se toma al indio heroico y sentimental, idealizándolo; otras veces es la reivindicación del indio real, se le trata como un problema histórico y social concreto. Las principales obras con tema indígena son:
Ingermina o la hija de Kalamar, autor, el colombiano Juan José Nieto
Enriquillo del mexicano Manuel Galván
Cumandá del ecuatoriano Juan León de Mera
Aves sin nido obra escrita en el Perú por Florinda Matto de Turner
Raza de bronce, de Bolivia, escrita por el novelista Alcides Arguedas.
Los ríos profundos del peruano José María Arguedas
El mundo es ancho y ajeno del novelista peruano Ciro Alegría
Huasipungo del ecuatoriano Jorge Icaza
El indio del mexicano Gregorio López y Fuentes
Balun Canan  de la escritora mexicana Rosario Castellanos
Juan Pérez Jolote, novela escrita en México por Ricardo Pozas
Al leer el número veinte de la colección EPI (Enciclopedia Popular Ilustrada) de Plaza y Janes, que contiene dos magníficos relatos: Barranca Grande y Mama Pacha, nos encontramos con la temática de su gran obra Huasipungo: el indio indefenso, herido por la ignorancia, la superstición, el desamparo; acosado por los poderosos, por el “amo patrón grande” y por sus crímenes cometidos y de los cuales debe arrepentirse ante “Taiticu Diosito”.
Esos “crímenes” son: “desobedecer al patrón, al mayordomo, al teniente político, al sacristán, a cualquier bicho con zapatos; perder minutos en el trabajo de seis a seis; emborrachar las penas con guarapo podrido, los lunes por la mañana; robar para calmar el hambre, las mortecinas de la hacienda; mentir en defensa colectiva; mezclar el fetichismo y la superstición de sus antepasados más remotos, con las imágenes de los santos cristianos y la fe revelada por “taita curita”; insistir en el amaño antes de casarse por la Iglesia y por la Ley.
Barranca Grande es la tragedia de dos que viven “amañados”: José y Trinidad. Saben que su amor es desgraciado, repudiado por todos, por lo cual deben organizar su huasipungo (su rancho) junto a Barranca Grande, el sitio maldito, cargado de misterio donde sopla el Huaira-huañuy (viento de la muerte).
La muerte sorprende a Trinidad en el momento de dar a luz, y cuando su compañero va en busca de ayuda para cumplir su promesa: había jurado enterrarla “como a cristiano”, las aves de rapiña destrozan el cadáver. Él, en su desesperación se arroja por el precipicio de Barranca Grande.
En la narración Mama Pacha  hay el mito de la mujer convertida por los indígenas en ídolo. Es su único consuelo. Ellos, que viven hundidos en los pantanos, perdidos entre la selva y el monte, agobiados por cargas propias y ajenas; ellos, los indígenas conformes, resignados, silenciosos, arrastrando como una dádiva dolorosa la vida, creen en la “bolsa repleta de penas de Mama Pacha”, penas que ella recoge de todos y las guarda, para que no duelan; para que haya un poco de paz. Mama Pacha (Madre Tierra), recoge el dolor del indio, ese dolor astuto y silencioso que se acomoda en cada choza, se mete por las rendijas de las puertas, azota cada miserable huasipungo (vivienda).
Un día, los secuaces del señor teniente político, “un ser de mirar perplejo hasta el sarcasmo de la insolencia” y los caporales, sacian su violencia en el endeble y escuálido cuerpo de  la india a quien todos llaman cariñosamente “Mama Pacha”. Tendida entre el pantano, con las huellas de los golpes y de  los cascos de los caballos aún frescas, la encuentra el cholo pastor. Para enterrarla, acude al secretario de la autoridad, que es hijo de la india, pero que ha logrado superar su raza y su destino.
Pablo Cañas entierra sigilosamente a su madre; pero los todopoderosos lo acusan de haberla asesinado. Convertidos en coro acusador, le lanzan las más agrias y crueles expresiones.
Él, Pablo Cañas, indefenso y recordando su origen indio, se dejó juzgar al capricho de todos; se dejó arrastrar hasta los tribunales de la ciudad como el asesino de la india a quien llamaban “Mama Pacha”.
Huasipungo: Aproximadamente, en 1934 Icaza desnudó la miseria del indio ecuatoriano y la mostró como era: El libro Huasipungo estremeció a varias generaciones y sigue traduciéndose a distintos idiomas. Esta obra no es el tanteo de un sociólogo en ciernes. Icaza es un escritor, básicamente comprometido consigo mismo, que se atrevió a desarrollar un tema que solo podía seducir por el horror que contenía. Valorizó el tema y creó un lenguaje duro, irritante, y por momentos, complejo: obligó a quien quisiera leerlo, a recurrir a un vocabulario indígena que él mismo añade a sus libros.
 La novela en mención refleja un fenómeno netamente ecuatoriano, es decir, regional. Solo, que un tema regional cuando es tratado con sinceridad, con honradez, sin otra pretensión que la de testimoniar, ese tema se torna continental, universal.
Jorge Icaza quiso plantear una solución al problema del latifundio capitalista que sumía en la miseria, en el hambre, en la desnudez a miles de ecuatorianos.
En Huasipungo se identifican todas las latitudes oprimidas del universo, todos los indígenas de América y todos los campesinos del mundo entero. Pero para analizar y valorar esa novela hay que tener en cuenta la época en que se escribió. En esa época, decir ciertas verdades era arriesgar la vida; se necesitaba ser honrado consigo mismo, ser vertical, valeroso. En ese entonces, la protesta era una cosa seria. 
Este maravilloso y testimonial libro lleva ya muchas ediciones y ha sido traducido al francés, portugués, checo, inglés, ruso, italiano, alemán, polaco, sueco, búlgaro, húngaro, serbio, croata, idish, ucranio…

¡Destino trágico el de los indios! 
Patéticos relatos de lo que es la vida del indio inmerso en la superstición, el desamparo, la miseria y la injusticia.
El autor, gran escritor ecuatoriano, Jorge Icaza (1906 – 1978), ocupa un puesto destacado en la novelística hispanoamericana. El protagonista de sus obras es el indio; pero, no para exaltarlo románticamente, o para presentarlo como indio heroico y sentimental, ni para idealizarlo; sino para presentarlo como a un ser que afronta un problema histórico y social concreto: un hombre que vive como un paria al margen de la sociedad y del Estado, sufriendo pasivamente un progreso económico y cultural del cual no participa.

Opiniones de Icaza en entrevistas:
-“Tengo que hablar en primer término de Huasipungo la obra que además de tener para mí un significado múltiple, me elevó en el concepto internacional”.
- La novela El Chulla Romero y Flores tiene algo de la vida de mi ciudad, de nosotros, de la clase media de nuestro país, de todos los conflictos internos en que el espíritu aún se está formando”.
Dice el entrevistador: “La sinceridad, la lucha, el valor, tienen mucho que ver con la importancia de Huasipungo en el panorama literario de América”.
Jorge Icaza responde acerca  de la obra: “El aspecto político…. El final, la rebelión del campesino ante la injusticia feudal; y la parte metafísica, ese campesino de Hispanoamérica frente a la muerte. Su reacción es diferente a la del hombre en cualquier otro lugar del mundo. Es auténtica, sincera y conmovedora. Es que el concepto humano llega a lo universal”.
Al interrogarlo sobre la crítica, conceptúa: “No hay una verdadera crítica. Recuerdo cuando en 1934 me atacaron por mis expresiones fuertes, que eran expresiones auténticas del pueblo; esos mismos críticos sonreían, después, complacidos, desmayados de emoción a la llegada del existencialismo. Es necesario que la crítica valore la autenticidad y tenga la sagacidad de descubrir nuevos valores”.
Icaza termina su entrevista, declarando con tono firme y decidido:
-“Mi ideal no es un heroísmo; mi ideal consiste en vivir, escribir y trabajar en función de la sinceridad”.

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