La mirada del cronista, un libro que navega en el mar de Salcedo Ramos

Autor: Yenifer Yepes
7 mayo de 2018 - 06:28 PM

Andrés Puerta Molina, autor del texto que analiza la forma de trabajo de Alberto Salcedo Ramos, es comunicador social y periodista, magíster en Literatura Colombiana y doctor en Lenguajes y Manifestaciones Artísticas.

Medellín

“Alberto Salcedo Ramos es un animal contador de historias”. Esa es la definición inicial que Andrés Puerta Molina hace de un autor con el que se identifica en lo fácil que le es enamorarse de los buenos relatos, esos que ambos aman que les cuenten y que luego disfrutan narrando.

La mirada del cronista El método de Alberto Salcedo Ramos, es el libro producto de un estudio juicioso, varias entrevistas y largos análisis que Puerta hace del autor de ‘El testamento del viejo Mile’, y que le permitió acercarse a la esencia de personajes, que como ese acordeonero, retratan una fiel lectura de la realidad colombiana.

A su juicio, ese es el libro más perfecto de Salcedo; agrega que le hubiera gustado escribir algo como eso, y delata, además de la profunda admiración por el costeño, un amor por sus palabras y su forma de narrar que le hicieron capturar una de las tantas botellas que Salcedo arrojó al mar. 

“El libro es básicamente una mirada interpretativa de las crónicas de Alberto. En él, intento hablar de cuáles son las recurrencias en su obra, el método que tiene para trabajar y lo importante que es el contacto sincero y respetuoso con sus personajes”, dice Puerta.

El escritor afirma que lo que más quería era tocar esa parte humana del cronista, y que una de las recurrencias que más le llamó la atención de su obra es la forma como trata de llegar al principio de una historia, para explicar por qué el personaje llegó al punto de hacer lo que está haciendo.

“Hay una historia, por ejemplo, la de Guillermo Velásquez, el árbitro que expulsó a Pelé. Uno entiende, con la lectura de Alberto, cómo el Chato Velásquez, comenzó a ser árbitro desde que ayudaba a resolver los conflictos de su casa”, señala Puerta.

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“Lo que a mí realmente me parece que diferencia la obra de Alberto, es que es una persona muy sensible, no sólo narrando la violencia, donde es un gran cronista, sino también, en su capacidad para encontrar los personajes”, agrega el escritor, mientras mira de reojo los gestos que hace su propio personaje, antes de meter la cucharada.  

Con un semblante firme, pero con una expresión de regocijo, Alberto Salcedo agradece a Andrés por el libro, en el que afirma verse reflejado de una manera cálida y generosa, por alguien que se conectó con su corazón

“Yo cuento las historias con el corazón, y me gusta cuando llegan lectores que también le dan oficio al suyo. Me conmovió mucho leer eso sobre mí, y me siento muy contento”, dice Salcedo mientras Andrés sonríe y se le enredan un par de lágrimas en las pestañas.

La historia de los dos comienza cuando Puerta estando en la universidad, le escribía correos a Salcedo con preguntas desprevenidas como: ¿Qué pasó con Socorrito Pino?, a las que para su sorpresa, Salcedo contestaba que eso no se lo podía decir, porque le dañaba el cuento.

Las preguntas se fueron transformando, y después de mucho estudiar su obra, la relación se medió por el cariño. “Yo siento una gran empatía y quiero mucho a Alberto”, dice Puerta.

 

La obra de Salcedo

En La mirada del cronista los lectores se pueden encontrar un escritor que tiene una gran conexión con su territorio costeño, pero que a la vez, se desenvuelve muy bien contando una historia en un páramo, añade el autor.  

El análisis de Puerta señala que el humor en esta obra es fundamental, porque dinamiza y hace fluir el relato, así como la importancia de la oralidad, “porque en el Caribe nadie se queda callado”, además del tema de la identificación con el lector, quien difícilmente huirá de sentimientos como la antipatía o ponerse del lado de Socorrito, en La niña más odiosa del mundo, por ejemplo.

Puerta toma como base para el análisis los textos contenidos en La eterna parranda, porque afirma que en ellos ya se ve un escritor más maduro y más sabio, comentario al que Salcedo asiente con la cabeza.

“He leído casi todos los textos de Alberto, desde Los golpes de la esperanza, De un hombre obligado a levantarse con el pie derecho y Diez juglares en su patio, que fueron los primeros libros que él escribió, y aunque los disfrutaba profundamente, el de la Eterna parranda ya tiene un escritor más seguro, con una voz más potente, aunque sé que el libro que más le gusta a él es El oro y la oscuridad, dice el investigador. 

Alberto señala que él escribe porque siente necesidad de hacerlo, y porque cree que hay que contar esas historias, “después yo no sé qué pasa; después, yo no sé quién vaya a llegar a ellas”.

“A mí me interesa un tipo de lector que quiera encontrarse conmigo, y que esté dispuesto a internarse en las páginas de mis escritos sin pensar en cosas como la extensión que tiene el texto, y que simplemente lo deje fluir”, enfatiza el cronista.

Salcedo reflexiona sobre el hecho de que es muy posible que uno escriba para uno mismo, aunque suene ridículo, “porque uno es el primer lector de lo que escribe, y posiblemente sea el único”.

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Cambiar la mirada cuando leemos

“Para leer la obra del mejor cronista de Colombia hay que ser conscientes del método que utiliza”, dice Puerta.

Asegura que hay que pasar de la lectura desprevenida a entender la rigurosidad del trabajo que hay detrás de la construcción de esos textos y mirar de forma crítica la crónica, para así entender la determinación de los cronistas en invertir tanto tiempo y recursos en un producto que económicamente puede no ser rentable, y que solamente la actitud terca y decidida de unas pocas personas, es la que permite que este género sobreviva y llegue a niveles tan altos.

“Cuando yo era un muchacho de 19 de años que mandaba textos a los periódicos o escribía libros que nadie me publicaba, podía compararme con un náufrago que arrojaba botellas al mar, a ver quién se las encontraba”, dice Salcedo.

Recordando su último libro, el más personal, en el que por primera vez se atreve a hablar de él y no de boxeadores, músicos, guerrilleros, o choferes; el cronista afirma que cuando leyó el libro de Andrés Puerta sintió que alguien había capturado una de esas botellas, y se reafirmó en la idea de que siempre habrá alguien que se las podrá encontrar

“Por muy desencantado o incrédulo que seas, alguien va a rescatar esas botellas así se vayan al fondo del mar, siempre y cuando esas botellas tengan girones del alma de uno”, y agrega: “Si en unos años yo ya no estuviera, y un nieto mío se acercara al libro de Andrés y sintiera que través de ese libro está leyendo a su abuelo, sería feliz”, apunta el cronista.

 

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