La Humanitas en Hannah Arendt

Autor: José Hilario López
21 mayo de 2019 - 09:05 PM

En el siniestro mundo neoliberal se impone la urgencia del rescate y comprensión de La Política, con mayúsculas, como actividad que constituye un fin en sí misma.

Medellín

Humanitas, según Martín Heidegger, es el esfuerzo continuado para que el hombre llegue a ser libre para su humanidad y encuentre en ello su dignidad, como un primer concepto que surge del encuentro de la cultura latina con el helenismo griego, que alcanzó su gran expresión en el humanismo renacentista de Leonardo da Vinci, a lo cual nos hemos referido en columnas anteriores. La Humanitas varía con la concepción que cada época tiene de la idea de libertad y de los medios para su realización: Así, por ejemplo, el humanismo de Marx no requiere la vuelta a la Antigüedad Clásica, ni tampoco el humanismo de Sartre.

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Hannah Arendt, la gran filósofa alemana del Siglo XX, después de sus estudios sobre el nazismo, que conoció tan de cerca, empieza explorar posibilidades de acción para crear para la Modernidad una humanitas para la política. Si el totalitarismo nazi destruyó todo lo humano, era necesario resignificar que es lo propiamente humano para nuestros tiempos, para lo cual Arendt encuentra una respuesta contundente: La humanitas como existencia compartida con los otros, esencia de lo verdaderamente humano, interrelación que define la política como necesidad ineludible para nuestra vida, cuya posibilidad de realización depende de un espacio público-político.

José Hilario López

Para nuestra filósofa la existencia humana, mucho más que “ser en el mundo” (de su maestro Heidegger), es sobre todo “ser en el mundo con los otros”, concepto que presenta en su libro La Condición Humana, que en algunos apartes resume Cristina Soler en Arendt, estar (políticamente) en el mundo, donde desarrolla todo un tratado sobre las actividades humanas definidas como la labor, el trabajo y la acción, con el cual funda una nueva gramática de la vida política. La labor satisface las necesidades bilógicas de supervivencia del cuerpo, mientras que con el trabajo creamos un mundo artificial, mediante la producción de objetos útiles para nuestro confort y dominio sobre el entorno. A diferencia de la labor, La Acción, así con mayúsculas, sólo es posible bajo la condición de la pluralidad, el hecho que los hombres en su diversidad, no el hombre, convivan en la tierra. Así entendida, la pluralidad, como opuesta a la soledad y a la vida contemplativa, es el requisito sine qua non de la política. La realidad de las cosas y de los hechos sólo aparece en toda su diversidad y multiplicidad, cuando estas pueden verse y discutirse con el otro en situación de igualdad.

Mientras que con nuestro nacimiento biológico se renueva el mundo natural, con La Acción renacemos nos recreamos, simbólicamente, en el espacio de lo público: La Acción es un segundo nacimiento, pero a diferencia del primero es un acto de nuestra voluntad, mediante el cual “hacemos” mundo, más allá de intervenir en el mundo.

La Acción se compone de “palabras y hechos”. Es el discurso en el parlamento, en las asambleas y en la cátedra, los escritos y manifiestos, así como la lucha por nuestra libertad y demás derechos, un constructo, no dado, que hay que conquistar día a día. Este accionar no puede ser trabajo individual, aislado, es una tarea que se hace juntamente con otros ciudadanos, participando en la elección de nuestros mejores voceros en los organismos de representación pública y privada, así como en la protesta social. El derecho a la protesta, no violenta, es un derecho consagrado en toda democracia que se precie de liberal. Ser libre y actuar es lo mismo (Heidegger).

Más allá del liberalismo filosófico, la libertad arendtiana es más que el librepensamiento y sus derivados, es una “libertad para”, un derecho que se experimenta en el hacer en asociación con los otros. Podríamos decir que somos en la medida que actuamos, aparecemos en el mundo mediante La Acción.

Labor, trabajo y acción, o sus equivalentes vida privada, vida productiva y esfera pública, son compartimentos que deben operar independientemente, ya que cualquier invasión de un espacio por el otro puede generar serios traumatismos. Es así como el neoliberalismo ha impuesto una nueva esfera donde se busca erradicar La Acción y el espacio público para imponer el consumismo, como satisfactor de todas las necesidades humanas. En este nuevo sistema ya no se necesita la presencia del otro, es la derrota del homo faber por el homo laborans (lo público derrotado por lo privado), donde cada vez se reduce más el espacio para La Acción.

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En este siniestro mundo neoliberal se impone la urgencia del rescate y comprensión de La Política, con mayúsculas, como actividad que constituye un fin en sí misma, cuyo contenido es la participación de los ciudadanos, que de no hacerlo a tiempo no sólo favorecería el regreso a los regímenes totalitarios, de derecha o de izquierda o como se llamen, sino que estamos poniendo en riesgo la supervivencia de los ecosistemas y de la misma vida en el planeta.

 

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