|
En los 15 años de existencia de la flamante Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y Sociales, ésta es la cuarta ocasión en que el ritual decembrino de los debates sobre el ajuste del salario mínimo legal en el país no termina en una frustración y, en consecuencia, en un reajuste por decreto ejecutivo. Ya se había conseguido concertar esa variable macroeconómica en 2001, 2004 y 2006, y en esos casos, como en el actual, se pudo lograr un acuerdo por la confluencia de factores objetivos relativos a la buena marcha de la economía, y de factores subjetivos, como son la confianza y la buena disposición de empresarios y trabajadores y una acertada mediación del Gobierno.
Es un hecho que la economía está creciendo bien, con un incremento importante de la productividad de las empresas y sus trabajadores, con una inflación controlada y en mínimos históricos y con un nivel de desempleo por debajo del 10%. Además, con razonables perspectivas de mejoramiento, una vez estén en plena vigencia los tratados de libre comercio con Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá y Suiza, entre otros, y con el arranque, que esperamos en firme y definitivo a partir del nuevo año, de las famosas locomotoras del Gobierno Santos, empezando por la de la infraestructura. Está visto que para competir eficientemente y aprovechar esos tratados como aceleradores de un ritmo sostenido de crecimiento, tenemos que reconstruir a marchas forzadas la infraestructura vial destruida o dañada por el invierno y avanzar en las grandes obras proyectadas.
En ese contexto compartimos la satisfacción generalizada por la decisión de hacer efectivo un aumento del 5,8% en el salario mínimo, lo que representa casi dos puntos por encima de la inflación de este año, que todo indica cerrara en un 3,9%, y casi tres puntos por encima del crecimiento del costo de vida en el 2012, que según proyecciones del Banco de la República será del orden del 3%.
Hablando de los factores subjetivos, es claro que el aporte del empresariado, al admitir un incremento superior a la inflación esperada para el próximo año, es la mayor prueba de su disposición a poner su cuota de sacrificio sin arriesgar la salud de las empresas, tan golpeadas por el flagelo de la revaluación, especialmente las del sector exportador, responsable por lo demás de la mayor generación de empleo de calidad. Por otra parte, las centrales sindicales y los pensionados, que llegaron a la mesa con la aspiración de conseguir un aumento del 8%, mostraron sensatez y responsabilidad al ajustar sus pretensiones a las verdaderas posibilidades de la economía, dejando de paso la sensación de que se afinca en el país un sindicalismo moderno, que entiende que la concertación es mejor que la revuelta y que la búsqueda del equilibrio social y la paz laboral es tarea de todos. También el Gobierno puso su cuota en el acuerdo, pues aparte de la labor mediadora entre el capital y el trabajo, no hay que olvidar que el Estado es el mayor empleador del país, con cerca de 1,2 millones de empleados en todos los niveles de la administración pública, y según el Ministerio de Hacienda, un punto de incremento en el salario mínimo equivale a $600.000 millones, entre salarios y pensiones.
A la hora de los reconocimientos, hay que decir que éste ha sido un buen debut del revivido Ministerio del Trabajo y, sobre todo, de su titular, doctor Rafael Pardo. También merecen una felicitación los presidentes de las centrales de trabajadores y los dirigentes de los gremios de la producción allí representados. El Grupo Prisa, a través de su potente altavoz de Caracol Radio, madrugó a entrevistar al doctor Luis Carlos Villegas, presidente de la Andi, presentándolo como el gran protagonista del acuerdo – “¡Qué claridad conceptual, qué rigor, que precisión tiene!”, clamaba su conductor Darío Arizmendi -. En ese realce a la intervención del doctor Villegas en la negociación, parece estar implícita la intención de alentar su precandidatura a la Presidencia de la República, presumiendo que podría llegar a contar con el apoyo de las centrales obreras y de los empresarios representados en la Comisión de marras. Pero, ¡no por mucho madrugar amanece más temprano!