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Mientras la opinión pública se concentra en la ácida confrontación Santos-Uribe, el asesinato de líderes sociales y defensores de DDHH alimenta las cifras de la ignominia nacional. Van 114 durante este 2016 (El Espectador, 18 de Dic 2016). Cauca y Antioquia son las regiones más golpeadas por la violenta reacción de los criminales dedicados a sabotear las posibilidades del proceso de paz en curso. Ya no hay dudas sobre si esa racha obedece a un plan sistemático y con patrones muy claros: dirigentes populares y defensores de los derechos humanos, en condiciones de indefensión. ¿Cuál es la motivación de los asesinos? Esa es la respuesta que estamos esperando del Gobierno Nacional y la Fiscalía General. ¿Quienes? Los dedos señalan a los paramilitares o neo paramilitares o clan del golfo o gaitanistas.
Las ONG, centros de investigación y la Iglesia Católica también están en la mira. Al arzobispo de Cali, Darío de Jesús Monsalve, le llegó la boleta intimidadora el pasado fin de semana por sus gestiones en pro de viabilizar los acuerdos con la guerrilla para su desmovilización, acorde con la voluntad de paz del Sumo Pontífice Francisco.
Volvamos a las motivaciones de los asesinos. Primero, revertir el ejercicio pacificador para conservar el statu quo. Muy claro. Que las rentas ilícitas provenientes de la coca y la minería ilegal no se afecten por la salida del engranaje de las fuerzas insurgentes, embadurnadas por su participación en las mismas y evitar la implementación de lo acordado, en particular tierras y drogas. En ese propósito confluyen las estructuras mal llamadas gaitanistas y los miembros disidentes de las Farc.
Un eslabón débil, que identifica a ambos sectores, es el relacionado con la suerte de los mandos medios de las estructuras desmovilizadas, tal como ocurrió con los paramilitares. Las negociaciones con las Auc y las Farc se concentraron en definir el destino de los comandantes de alto nivel y los miembros de base. Poca consideración con los sectores intermedios, conocedores en detalle de las actividades de sus organizaciones. Los mandos medios del paramilitarismo en su momento, son los jefes de las estructuras delincuenciales de hoy, bajo cualquier naturaleza que adopten.
Un paréntesis: con las Farc hay un atenuante que no elude el riesgo real. A diferencia de las Auc, los farianos quieren pasar de organización armada a organización política y para ello deben conservar sus estructuras jerarquizadas, con unidad de mando y activas redes sociales, con discursos convocantes en lugar de intimidantes. Los mandos medios serán claves. Todo un reto, bienvenido.
Segundo, la estrategia de los responsables del asesinato de líderes sociales y defensores de DDHH podría ser la de crear condiciones para forzar un proceso de negociación con el gobierno nacional. Cada rato aparece ese interés como la noticia en los medios de comunicación. Saben que la repetición de la tragedia de la Unión Patriótica puede colocar contra la pared al gobierno de Santos y la paz, su principal bandera. Falaz chantaje.
114 homicidios que las mismas autoridades relacionan con la actividad social de las víctimas. 114 llamados de atención sangrientos al Estado y la sociedad. El camino hacia la paz será tortuoso, y el mejor homenaje a los indefensos caídos es persistir en el anhelo, para que no hayan más caídos. Mientras tanto, lamentar el silencio de los voceros del NO. Cruel coincidencia.