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La ciudad no es una estructura que se pueda excluir del medio ambiente y paradójicamente se ha construido bajo una metodología medieval que consiste en erradicar toda muestra de vegetación o ecosistema natural que haya. Se han contaminado los ríos, se han canalizado y escondido, se reemplazó la capa vegetal por hormigón y asfalto donde el agua no se absorbe, simplemente corre hasta encontrar un cauce contaminado que la reconduzca a la naturaleza que ya está muy lejos de los barrios, de las colonias, de las calles. Hoy es urgente reconecar nuevamente a la ciudad con la naturaleza, y articular con absoluta precisión la vida urbana con la biodiversidad en fauna y flora. Esa práctica de construir las ciuadades de espaldas a la naturaleza, cortando todas las cadenas tróficas, todos los ciclos de vida, con el desarrollo como pretexto. Eso se tiene que acabar. La naturaleza es en esencia incluyente, cooperativa, simbiótica, todo lo contrario al comportamiento humano, egocéntrico y fanfarrón. Prueba de esto son las gandes urbes que ponen como centro de todas sus intervenciones al ser humano y no a la naturaleza. Las personas no somos el centro, nunca lo hemos sido, hacemos parte de un sistema vivo y claramente estamos acompañadas de la naturaleza. Rediseñar nuestras ciudades para armonizarlas nuevamente y de una vez por todas, con los ecosistemas es el reto más importante ysobre todo, si el 80% de las personas vivirán en las ciudades a medidos de este siglo, un dato aterrador que lanzó la ONU Hábitat en el Foro Urbano Mundial de Kuala Lumpur y seguramente el punto más importante a tratar en esta décima edición a realizarse el 2020 en el Abu Dabhi, la capital de los Emiratos Arabes Unidos. Nos tenémos que convertir en polinizadores, en posibilitadores del paisaje, como si fueramos abejas, ellas son en gran medida las responsables de que haya paisaje, nosotros de que ya no quede mucho. Reivindicarnos con un planeta que ya grita a los cuatro vientos que todo lo hemos venido haciendo mal por siglos. Europa ya lo manifestó públicamente al declarar la emergencia climática, y lo hace en nombre de todos, puesto que no seremos capaces de decirlo y asumir las consecuencias. La ciudad hecha paisaje, de frente a la naturaleza, de espaldas a la incapacidad de convivir en un sistema articulado con obligaciones vitales y sistémicas, es decir, controlando la producción de residuos, comiendo saludable, evitando la emisión de gases contaminantes al aire, proporcionado en el consumo. Esta mirada pone a otros mediadores como actores del desarrollo, ya no podemos decirle a las comunidades que nos comuniquen sus necesidades, como si estuvieran excluidas de la vida natural, hay que preguntarles según esta mirada, ¿qué necesidades tiene el agua en este sector?, ¿qué necesidades tiene el aire?, ¿cuáles tienen los insectos, las plantas, el suelo? Sí nos quitamos del centro y ponemos a nuestros articuladores naturales a decidir, les puedo asegurar que ya no serán las canchas de fútbol, las calles, los andenes, y demás, las peticiones a los gobernantes, pero para eso nos toca cambiar la mirada y es justamente ese el mayor reto, entender que no somos el centro, peor aún, entender que nunca lo hemos sido y además, resarcir el daño que hemos causado por buscar ser siempre los protagonistas, es urgente hacer esto, ya vamos más que tarde.Lea también: Ciudades para todos, del discurso político al hecho bochornoso

El Mundo

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