El Hogar Monseñor Valerio Jiménez es un sitio de acogida para inmigrantes venezolanos y habitantes en situación de calle.
Acorralado. Sin empleo, sin medicinas, sin cómo proveer a su familia de las cosas más básicas y ante un horizonte más oscuro que el presente que vivía, decidió empacar y emprender la aventura. En el hombro llevaba a su pequeño Enmanuel, de apenas un año de edad, y de la otra mano iba aferrada su esposa Yeimarú, que en su vientre ya cargaba al segundo de sus hijos.
“No había otra salida”, relata José Gregorio Acevedo: “Allá moríamos de hambre y necesidad, tuve que cerrar un restaurante que tenía allá en el estado Trujillo, agarrar algunas cosas y por la trocha pasar a Colombia. Íbamos camino a Perú, pero en el camino perdimos lo poco que traíamos y cuando llegamos a Medellín nos tocó dormir cuatro días en la Plaza Botero, en el Centro, hasta que una señora se apiadó de nosotros y nos llevó para su casa, en Santo Domingo. Allá nos dio un pequeño lugar en el que dormíamos sobre cartones, y yo vendía lo que me tocara en las calles para conseguir la comida. Entonces hablé con el párroco del barrio, le conté de nuestra situación y nos envió aquí”, al Hogar Monseñor Valerio Jiménez, una obra social de la Arquidiócesis de Medellín que a través de la Pastoral Social permite vivir el evangelio, hacerlo real, palpable, tangible.
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Dijo Jesús: “Porque, ¿quién es más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que está sentado a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre ustedes como uno que sirve.” (Lucas 22:27). Y como verdaderos discípulos de Jesús, allí en el Hogar el único compromiso es servir a los demás, a los más vulnerables, a los más débiles.
“Era que el Señor quería que estuviéramos aquí”, afirma José Gregorio, chef de profesión y encargado hoy de la cocina del Hogar, donde diariamente hay que preparar por lo menos 270 servicios de alimentos, entre desayunos, almuerzos y cenas, para habitantes en situación de calle e inmigrantes venezolanos que como él tuvieron que abandonarlo todo en su país para salir a buscar una oportunidad de vida para su familia.
Atención integral
“Recibimos unos 320 venezolanos cada mes, es decir que hemos atendido unos 1.200 inmigrantes en estos cuatro meses. La difícil situación del país vecino no se puede ocultar, y nosotros lo único que podemos hacer es ayudar a quienes más lo necesiten”, explica el presbítero Samuel Gálvez, director de la Pastoral Social en Medellín, que en alianza con la parroquia El Sagrado Corazón de Jesús (Centro) ha venido atendiendo a esta población que cada vez es mayor en la capital antioqueña.
“Aquí se les brinda albergue, alimentación, asesoría espiritual y todos los servicios básicos para su autocuidado durante 20 días, que se estima es un tiempo prudente para que encuentren otras posibilidades, porque la lista de inmigrantes es muy larga y no se pueden quedar más tiempo”, aclara el padre. Aunque hay casos especiales en los que esa permanencia se debe prolongar mucho más, como el de Yeimarú, que seguramente dará a luz la próxima semana. “Si es niña se llamará Luna Rosa, si es niño se llamará José Valerio”, como homenaje al nombre del Hogar que los acogió, asegura entusiasmado José Gregorio.
Gracias a la generosidad de muchos profesionales voluntarios, también ha sido posible brindarles a estas personas asesorías jurídicas y psicológicas, así como vinculación a bolsas de empleo, buscando con ello tener una atención integral para esta comunidad que se instala en la segunda planta de la edificación, ubicada en pleno Centro, apenas una cuadra abajo de la entrada principal del Centro Comercial Villanueva.
Eso sí, dentro de ese acompañamiento que se les está brindando en el Hogar Monseñor Valerio Jiménez, y que demanda un presupuesto mensual de unos 50 millones de pesos, no están contemplados trámites correspondientes al PEP (Permiso especial de permanencia), al pasaporte, ni a visa de trabajo. Tampoco, por ningún motivo, se entrega dinero en efectivo a ningún beneficiario, no se subsidian traslados a otras ciudades o países, ni se cubren hospitalizaciones ni tratamientos médicos.
Tres etapas
Pero la misión no termina ahí, porque con el compromiso del bautizado, el llamado al servicio y la entrega por el otro, que se ponen como ejemplo en la parábola del Buen Samaritano, en el Hogar Monseñor Valerio Jiménez no se juzga, se ayuda, partiendo de la realidad, de esa otra verdad que muestra a cientos de jóvenes, colombianos y venezolanos, alejados de sus familias y atrapados por las drogas.
Por eso el primer piso del Hogar, que fue creado con motivo del sesquicentenario de la Arquidiócesis de Medellín, es otra historia. Es el espacio para personas en situación de calle, con problemáticas de adicción y en muchos casos de comportamiento, lo que implica la ejecución de un proceso de transformación del ser humano a través del evangelio, que se apoya en tres etapas.
En la etapa uno estas personas llegan a las 6:30 de la mañana. Se les brindan unos tragos de agua de panela o chocolate, se pueden bañar y lavar su ropa, tienen una sala para descansar o si prefieren ver televisión. No tienen obligación de quedarse y tampoco se les brinda alimentación, porque ese es un incentivo cuando hay un compromiso de cambio.
A la etapa dos llegan quienes han cumplido algunos logros, como son la aceptación de la norma, la participación activa en grupos de trabajo, la disposición a mantener mejores relaciones interpersonales, el cuidado en la presentación personal, asistencia, puntualidad y constancia. Todos ellos tienen alimentación y la posibilidad de los espacios de descanso.
Y la tercera etapa es para quienes alcanzan el rol de líderes, demostrando mayor sentido de responsabilidad y pertenencia en el Hogar, y que están a las puertas de la reinserción social, laboral y familiar. Son ellos los que coordinan los grupos de trabajo, porque entre todos, hombres y mujeres, realizan las tareas diarias de aseo y reparaciones del lugar, el lavado de la loza después de cada comida y la preparación de esos alimentos que está a cargo de José Gregorio.
“Es un trabajo cooperativo, de corresponsabilidad”, que ayuda no sólo a mantener vivo este proyecto, sino que aporta a la transformación y superación de cada uno.
Colecta nacional
Gracias a la colecta nacional Campaña Comunicación Cristiana de bienes, en noviembre de 2018 se fundó el Hogar Monseñor Valerio Jiménez, donde a la fecha se han entregado unas 22.000 raciones de comida gratuita para inmigrantes venezolanos y habitantes de calle.
Esta colecta, iniciativa de la Conferencia Episcopal de Colombia y el Secretariado Nacional de la Pastoral Social, busca incentivar y vivir la solidaridad con los más necesitados, y por eso se realiza en época de cuaresma, un tiempo de renovación cristiana para vivir el ayuno, la abstinencia y la caridad.
Este año, en su versión 38, inició el miércoles de ceniza (6 de marzo) y va hasta el Jueves Santo (18 de abril). Y todos los fondos recaudados en Medellín, especialmente en las parroquias, las instituciones educativas, las escuelas católicas y los campos de acción de la Arquidiócesis, serán destinados este año para el Hogar Monseñor Valerio Jiménez, donde la meta es seguir ayudando a los más vulnerables.
De igual manera, Pastoral Social desarrolla actualmente otros 16 proyectos y once programas de impacto social como Escuelas de vida Juveniles, Casa de acogida Hollos para niños en riesgo, Acompañamiento a las personas, Atención a la primera infancia, Atención al habitante de la calle, Pastoral de la Salud, Penitenciaría Pastoral, Atención a la población vulnerable, Pastoral de sordos, Servicio de atención a emergencias, entre otros. Por eso el llamado es a la solidaridad.