¡A suavizar los temas lectores! Pensemos en cuándo se tocó la guitarra por primera vez, en cuáles fueron sus creadores. Como la mayoría de los instrumentos de cuerda, debe ser árabe, porque su construcción, su intimidad y su sonoridad dulce, evocan un pasado oriental de nostalgia, languidez y seducción, no muy conocidas en Occidente.

Dicen que en el siglo XVI abundaron diversos instrumentos de forma y aspecto parecidos. Como vihuela, tiorba, pandora y laúd. En ese siglo comenzó a cultivarse la predilección por la guitarra, especialmente en España, hasta el punto de que se relegaron al olvido otros instrumentos, considerados anacrónicos y carentes de la fuerza expresiva y sonora de la guitarra.

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Esta se adoptó en Europa, donde halló propagadores y panegiristas: compositores y ejecutantes. Se elevó a la categoría de “instrumento de cámara” que nadie desdeñaba tocar, se tocaba en las cortes reales, dicen que hasta Luis XIV de Francia fue uno de sus más hábiles e inteligentes cultivadores. (¡El Rey Sol!)

De todos modos fueron los españoles los que convirtieron la guitarra en su instrumento nacional y propagaron su adicción, su conocimiento y su cultivo. Uno de los métodos de aprendizaje y ejecución más conocidos, clásicos, mejores y más difundidos, fue el del catalán J.C. Amat, guitarrista y compositor de fines del siglo XIV.

Del siglo XVII, hay que destacar los nombres de Corbetta guitarrista de las cortes de España, Francia e Inglaterra, de Gaspar Sanz, maestro de nobles, y de Robert de Vise profesor de Luis XIV y tiorbista de la corte de Francia.

A fines del XVIII y principios del XIX la guitarra conoció el éxito europeo. Schubert compuso varias de sus canciones: "lieder, leit motiv o langeweilig”, con acompañamiento de guitarra, y también escribió directamente para este instrumento obras que después conocimos en el piano. Paganini disfrutó también el arte de la guitarra, y Berlioz la apreció tanto que llegó a considerarla su instrumento. De esa época hay que recordar como a grandes cultivadores de la guitarra al catalán Fernando Sors, una de las personas más prominentes en la historia de la guitarra y a los italianos Carulla y Carcassi y a Broca. A Dionisio Aguado y García, autor por cierto de un interesante método.

A mediados del siglo XIX, especialmente en España, pese a su evidente divulgación y popularidad, curiosamente la guitarra tuvo una triste decadencia, no contaba con suficientes autores de prestigio para realzarla ni con ejecutantes que supieran interesar un Auditorio con la belleza sonora de su caja.

En aquel período vimos la guitarra en manos exclu?sivas de los cultivadores del género folklórico andaluz. Las cuerdas se rasgaban en los Colmados sevillanos o en los tablados de los Cafés cantantes.

Francisco Tárrega sacó la guitarra de ese marasmo, la purificó y le dio el viejo rango y esplendor de antaño, con lo que quedó su nombre vinculado para siempre en el resurgimiento guitarrístico español dotado de un maravilloso bagaje musical.

Tárrega transcribió infinidad de obras para la guitarra, especialmente las partituras de Bach que originalmente fueron escritas para laúd.

Sin embargo como si no se diera cuenta exacta de las posibilidades de la guitarra, Tárrega llega a transcribir para ella piezas desorbitadas por su limitación sonora. Así quedaron incorporadas al repertorio de la guitarra obras de Liszt, Beethoven, Mendelsohn, Scarlatti, Wagner.

A partir de entonces la batalla de la guitarra está totalmente ganada para el concierto, nombres prestigiosos de la música española se incorporan desde finales del pasado siglo al acervo artístico del instrumento. Albéniz y Granados menudean en los recitales.

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Y aparecen entonces, los grandes ejecutantes: Llovet, Pujol, los maestros indiscutibles de una generación de excelentes intérpretes y la pléyade de sus seguidores: Segovia, Sáenz de la Maza, Francisco Alfonso y Nougués Pon, Baargallo, Romea, Lloret. Compositores como Manuel de Falla, Manen, Turina, Rodrigo, Moreno y Torroba, Ponce, Broqua, Villalobos, Ferrer Esteve, Castelnuovo, Tudesco, Ciril, Scott, Fetil, Roussel, Samezeuil , Tasmann, Migot, De Breville, Bastarde, Fornerau y Gossens, que se incorporan a este movimiento y escriben directamente para la guitarra.

Luego ésta se divulgó por Austria, Hungría, Rusia y Alemania, donde se ha seguido sigue tocando con pasión. ¡Y aquí en Colombia, es como una salvación!