Le faltaron las gotas de valeriana

Autor: Lázaro Tobón Vallejo
5 diciembre de 2018 - 09:02 PM

El geniecito de Rodolfo Hernández no representa el carácter del santandereano, ellos, aunque son temperamentales, en general son nobles, afables y leales

Santander ha sido históricamente polo de múltiples formas de violencia. Desde épocas de la Conquista la altivez de estas tierras y la actitud bravía y contestataria de sus habitantes han desencadenado algunas de las disputas más brutales de Colombia.” Juan Camilo Mogollón Roa.

Infortunadamente ha hecho carrera en el imaginario colectivo del país, que los santandereanos son malgeniados y se mantienen bravos, percepción incorrecta de ellos. Dentro de la sangre de los de esa tierra corre el ADN de sus ancestros indígenas, como los Guane, los Yariguíes, pueblo que tuvo una fuerte resistencia a la colonización en el Magdalena Medio, años después surgen en el territorio líderes como José Antonio Galán, y Manuela Beltrán, quienes sembraron la semilla de la emancipación comunera desde en el Socorro en la denominada Revolución de los Comuneros.

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En el municipio de Lebrija, entre el 11 y 25 de mayo de 1900, se llevó a cabo la acción bélica más importante de la Guerra de los Mil Días, conocida como la Batalla de Palonegro, en la que triunfaron los conservadores sobre los liberales, aunque no fue decisiva para la finalización del conflicto, sí marco un hito en las fuerzas de poder del Estado y las denominadas guerrillas liberales.

En la interlocución con sus pares, el santandereano habla duro, seco y golpeado, además las manos son una “extensión” del habla, a la par de lo que dicen por la boca lo complementan con la manoteada. Esta conjunción de factores hace parecer que estuviesen malgeniados todo el tiempo, lo que no es verdad. Son genio y figura hasta la sepultura.

Dicen allá que si quiere callar a un santandereano no es sino amarrarle las manos. Tienen otro refrán los santandereanos cuando les sacan la piedra: “yo nací en la tierra de los temblores, pero no tiemblo”.

Hago el recuento de la bravura santandereana, gracias a que fue noticia la semana anterior el manotazo dado en la cara por parte del alcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández, al concejal Jhon Jairo Claro, acto que motivó de manera express a la Procuraduría para suspenderle por tres meses del cargo, agresión que desde todo punto de vista es reprochable, pero no es la primera vez qué el Sr. Hernández recurre a la violencia. Él tiene la costumbre de agredir verbalmente a sus contradictores, y en esas se ha pasado los casi tres años de gobierno, con múltiples retractaciones y ofrecer disculpas públicas.

Por desgracia para la ciudad bumanguesa, el temperamento de Rodolfo Hernández creó un “estado de ingobernabilidad”, por las débiles relaciones entre el gobierno municipal y el Concejo, tanto así, que a la par que se conocía la sanción impuesta por la Procuraduría, los cabildantes votaron a favor la moción de censura contra la Secretaria de Hacienda, Olga Chacón.

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El geniecito de Rodolfo Hernández no representa el carácter del santandereano, ellos, aunque son temperamentales, en general son nobles, afables y leales.

Cuando se reincorpore a sus labores, ingeniero Hernández, no olvide tomarse sus gotas de valeriana, para bajarle la tensión a su temperamento y tenga la tolerancia y el respeto como banderines en la construcción de nuevas relaciones con el Concejo y la ciudadanía, porque de lo contrario, negro se ve el panorama para mantener el proyecto político en el próximo período de gobierno.

 

 

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