La función política del arte

Autor: Henry Horacio Chaves
31 enero de 2019 - 09:04 PM

Carlos Vives canceló un concierto en Nicaragua, atendiendo el llamado de varios artistas para que no legitimara al gobierno de Daniel Ortega. Con ello revive la polémica sobre la función política del arte.

La cancelación del concierto que Carlos Vives había anunciado para marzo en Nicaragua, revive la reflexión sobre la función política del arte. Aunque algunos se empeñen en negarlo o en reducir el mundo de la estética a la expresión de la belleza, para ser arte cualquier manifestación necesita un impulso ético y una visión de mundo que interpreta el sentir del artista. Es en esa interpretación donde encuentra la conexión con el público, así no sea el contemporáneo.

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Vives argumentó “fuerza mayor” para no hacer la presentación. Lo que se entiende es que escuchó las voces de quienes le pidieron no legitimar al gobierno de Daniel Ortega, que pretendería dar la idea de normalidad en un país que cuenta por cientos los muertos, los presos y los desaparecidos en el último año, según datos de varios organismos humanitarios. Por eso, el llamado lo hicieron varios líderes opositores, e incluso artistas.

Tras enterarse de la cancelación, la escritora Gioconda Belli, ganadora en 2010 del Premio Latinoamericano de Literatura La Otra Orilla, escribió en su cuenta de Twitter (@GiocondaBelliP): “Aquí te esperaremos Carlos Vives con más amor que el de siempre, cuando haya libertad y podamos bailar todos. Gracias”. Entendió en la “fuerza mayor” una postura política en favor de la libertad y de la democracia real, y una respuesta a su petición anterior: “Carlos Vives: Tu música es magnífica pero debo pedirte por lo que significas en AL que no vengas a Nicaragua mientras nos están reprimiendo a diario. Tu concierto será usado para alegar una normalidad que no existe en el país. Aquí te queremos y nos dolería”.

Para algunos es usar el arte como instrumento político y banalizarlo. Pero cualquier concierto, además de la expresión artística que promete es también una manifestación de la cultura y de la época. No se trata de reducir el arte a un pasquín o a un cliché, ni a la vocería de intereses políticos partidistas o particulares, lo que sin duda lo pervierte; es más bien la interpretación del espíritu artístico como expresión que solo es posible en una sociedad, en un espacio y en un tiempo.

Insisto, para algunos será la profanación del arte, pero otros entendemos que parte de su función es precisamente profanarlo todo y proponer miradas diversas sobre el entorno, sobre lo humano y lo divino, lo propio y lo ajeno, la vida y la muerte. El arte tiene que servir para algo más que adornar paredes o solazar vanidades; más que el ejercicio egoísta  de una expresión de la belleza que segrega y margina, debe servir de intérprete de las pulsiones humanas, singulares y plurales, cercanas y universales, que nos ayuden a entendernos como especie y nos proponga formas mejores.

Vives decidió no legitimar con su voz y su presencia a un sátrapa, como Pablo Milanés lo hizo con la dictadura de Pinochet y solo hasta hace una década volvió a pisar nuevamente las calles “de lo que fue Santiago ensangrentado”. Una decisión que tiene tanto peso con los conciertos sin fronteras que por entonces promovieron Juanes y Miguel Bosé, como antídoto a la violencia y reclamo por la libertad. Pero no son solo los músicos quienes hacen sonar o callar sus voces y sus instrumentos animados por el duende de política. Ejemplos los hay en todas las manifestaciones del arte y en todas las épocas.

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Sirva uno de ellos también como homenaje póstumo a Fernando Gaitán, quien supo leer su entorno y proponernos nuevos modelos de ética y de estética. Su dramaturgia está colmada de personajes que interpretan la cultura pero que además nos invitan a vivirla de manera diferente. Así revolucionó el melodrama audiovisual: con la sátira del éxito basado en la fama, la plata y la belleza, con la resignificación de lo cotidiano, de la mujer, la honradez y la inteligencia como fuentes de inspiración y modelos a seguir.

No, no debe ser panfleto ni instrumento, pero no deben olvidar los artistas la sentencia de León Tolstoi, según la cual “el arte no es una alegría, ni un placer, ni una diversión. El arte es una gran cosa: un órgano vital de la humanidad que transporta al dominio del sentimiento las concepciones de la razón”.

 

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