Y es entonces cuando entiendo la lección que brindan: No hay derrota en estos textos, hay sobrevivencia, hay esperanza.
Cada día que pasa, cada semana, las noticias y los hechos cotidianos están tan llenos de dolores, satrapías, corruptelas, deshonestidades y actos criminales, que uno anochece exhausto.
Mire nada mas las últimas 72 horas: El drama de Hidroituango, la exacerbación de los asesinatos en Medellín, los estragos de las balas perdidas, las nuevas revelaciones sobre las prácticas del fiscal Martínez. No hay descanso.
Y entonces llega a tus manos El vuelo del fénix, una bellísima publicación que recoge el trabajo hecho por la Organización de mujeres víctimas, Ave Fénix, mediante talleres de escritura, con el apoyo del Centro Nacional de Memoria Histórica y la Usaid entre otros, y uno se dice: Hay esperanzas.
El prólogo de Luz Adriana Pérez Bedoya, de la Corporación ayuda humanitaria, que es otro de los actores en este proceso, da cuenta del sentimiento que inspira la lectura de las historias que se cuentan en este libro: “…encender una luz y reconocer el valor de las mujeres que han sobrevivido a sus victimarios, que revelan con valentía sus historias y transforman sin posibilidades de retorno el cauce de la vida”.
Son textos producidos por 21 mujeres -dice Luz Adriana- “que no tienen como propósito superior el estilo literario, sino la actividad humana de la escritura puesta al servicio de la expresión y la memoria, buscando la recuperación del hilo que tensa dialécticamente el tejido de historias y experiencias”. Ahí está el secreto de su inmenso poder.
Laura Palacio, una de ellas, concluye: “…y aunque el mundo esté jodido puedo con él y con todo lo demás…”.
Estas historias llenas de horror, los abusos de todos los actores armados, el asesinato del hijo amado, la muerte del niño recién nacido, la violencia contra sus cuerpos y sus almas, los recuerdos que desgarran, el abuso infantil que aún resuena en sus memorias, las impunidades…
Son textos que operan a la manera de una relación de vasos comunicantes y todos tienen que ver con todos. Las historias se repiten ya sea en escenarios campesinos o en las comunas populares. Hay mucha pobreza de por medio, mundos precarios, repletos de necesidades. Los textos son desahogos, testimonios, denuncias, clamores y son profunda y decididamente femeninos, valerosos, sinceros, descarnados.
Y es entonces cuando entiendo la lección que brindan: No hay derrota en estos textos, hay sobrevivencia, hay esperanza. Entiendo el poder enorme que tiene no solo la denominación del libro sino la de la organización de las mujeres que lo inspira. Esa ave fénix que revolotea por entre los relatos de todas las culturas, la misma Feng de los cuenteros mongoles, la Benú de las leyendas indias, la que mencionan los poemas de Quevedo y los textos de Dante. Esa ave que se erige como un símbolo universal de la resurrección, del renacer desde nuestras propias cenizas.
Natylem Gómez escribe “la savia está en tus raíces, es hora de volver a ti…”
Es hora.
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