Exportaciones

Autor: Alberto Maya Restrepo
18 noviembre de 2018 - 09:05 PM

España no ha sido el “gran” país receptor de nuestras manufacturas.

Desde tiempos de Proexport (hablo de la década de los 70 y 80) se quiso dar a entender que España era algo así como la puerta de entrada de nuestros productos a Europa. Como están las cosas, según lo que por años hemos estado viendo y oyendo, nada raro habría sido que los españoles “compensaran económicamente” a alguien aquí para que vendiera esa idea, la que, en la práctica, era absolutamente falsa, pues no había carta de presentación menos bien acogida que la de decirle, por ejemplo, a un potencial cliente francés o a un alemán que se estaba ya vendiendo en el mercado español, ya que poco o nada los querían y solo veían a España como un lugar barato para ir a pasar vacaciones. Casi con seguridad, eso de decir que ya se tenían clientes en España era una mentira porque no había clientes más necios y remilgados que los españoles y en ese país nada se vendía, fuera de café. En el fondo, tanto problema para colocar pedidos en España era el hecho de que no tenían dinero y creían que los “sudacas” tenían que venderles a precios ridículos. Ha sido mucho más lo que España ha comprado a países africanos que aquí.

España no es el “gran” país receptor de nuestras manufacturas. Vi una cifra reciente: en 2017 el déficit en la balanza comercial entre Colombia y Europa fue de 1.426 millones de dólares (en contra nuestra y a favor de los europeos). O sea, con o sin Acuerdo, el Viejo Continente no ha sido la maravilla para el comercio de nuestras manufacturas. Claro que en mucha medida hay que tener en cuenta la pérdida de competitividad de Colombia, cuya industria manufacturera no ha podido ser peor tratada, sin contar con el maligno efecto de una tasa de cambio que no invitaba a acceder a los mercados foráneos (falta de competitividad cambiaria), males todos esos que iniciaron con el gobierno Gaviria, patrocinando las horrorosas políticas antiexportadoras de su ministro Rudolf Hommes, políticas que él resolvió denominar como “apertura económica”, sí pero al revés: bloquear a la industria haciéndola no competitiva y abriéndole el mercado colombiano a cuanta cosa nos vendieron, reemplazando lo producido acá, de donde no pocas industrias (de las que no quebraron y cerraron) resolvieron convertirse en comercializadoras para importar lo mismo que hacían en sus plantas.

Vea también: Dicen sobre la economía

En los años 80 y 90 defendí los programas de maquila y apoyé llamados para que se promoviera con medidas eficaces ese renglón que activaba el dar valor agregado y generaba miles de empleos, pues esos programas llevan a tener que mejorar equipos y métodos de producción, enseñan a cumplir plazos, hacen que los costos se racionalicen y que la calidad 1A se cuide. Oídos sordos a esos clamores. En resumen, gran provecho se tuvo con los más bien pocos de tales programas que hubo, sobre todo en textil/confección. Pero no, aquí unos señorones del sector privado decidieron que la maquila no traía beneficio (pura ignorancia), de tal manera que ni raro me parece que Hommes se apoyara en dichas opiniones para emprender un plan de revaluación del peso frente al dólar y, en cuestión de 3 o 4 años, acabar con las posibilidades de seguir compitiendo, dejando cientos de familias sin sustento y decenas de empresarios quebrados.

¡Ironía! Hommes se dedicó después como columnista a repartir sus escritos en varios medios impresos y desde ellos a dictar cátedra sobre lo divino y lo humano, pero jamás se ha arrepentido de los desastres que hizo al sector manufacturero.

Lo invitamos a leer: Poco se habla de esto…

***

 

P.S.1- ¿Cómo convencer a un extranjero que traiga su dinero a Colombia si en 30 años hemos tenido 56 reformas tributarias y, en 27 años, más de 40 reformas a la Constitución? ¡Qué inestabilidad! Añádase a eso la tramitología y el calvario de un proceso jurídico.

P.S.2- Según informe del Instituto Nacional de Vías, el puente Hisgaura, en Santander, construido por la empresa española Sacyr, tiene graves anomalías. Y… siguen dando contratos a españoles. ¡No aprenden!

 

P.S.3- Si no somos 50 millones de colombianos sino 45,5 millones, ¿cómo creer en un presupuesto hecho para las necesidades de 50 y no de 45,5? Al hacer los ajustes, ¿se necesitaría elevar los impuestos?

 

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