Golpear o humillar a un niño o niña es un abuso, es una vulneración de sus derechos como humano, es un acto que tiene que dejar de ser admitido en Colombia. La paz inicia por eliminar el castigo físico y humillante.
Este cabezón no sirve para nada…Con esa pereza no vas a llegar a ninguna parte….Te comés todo esto o te lo hago tragar…Si no me hacés caso te vas a ganar una pela…Estoy cansado, harto de tu grosería…Mejor no hagás nada que todo lo hacés mal…No te comportés como una nenita, vos sos un varón”. Y como complemento, muchas veces esas embestidas verbales van acompañadas de un correazo, un chanclazo o un pellizco.
Pero lo peor es que ese castigo físico y/o humillante tiene licencia y es aceptado en un alto porcentaje de los hogares colombianos y del mundo como el mejor modelo para educar a niños, niñas y adolescentes, cuando en realidad lo que se está haciendo es cultivar en ellos temores y violencias que después van a desatar contra otras personas en su vida adulta y en otros ámbitos.
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Por eso, y con motivo de los 29 años de la Convención Sobre los Derechos de la Niñez que se conmemoraron el pasado martes 20 de noviembre, el llamado es a abolir el castigo físico y humillante, que es diferente al maltrato, capítulo ya abordado y en el que entran en juego instancias como Medicina Legal, juzgados y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf).
Pero en el caso del castigo humillante en Colombia no existen siquiera estudios sobre su incidencia real y las serias consecuencias que ello produce, lo cual es claro reflejo de la “normalidad”: no se investiga lo que no “hace ruido”, lo que es habitual.
“Pegarle a los niños y a las niñas es tan normal que cuando se habla de abolir el castigo físico y humillante se hacen encuestas sobre a quién le parece que está bien y a quién no le parece… como si no estuviéramos hablando de pedir que se respete un derecho humano. ¿Cómo sería la misma encuesta preguntando si les parece o no pegarle a las mujeres? Los niños son seres humanos. Y eso no habría que recordarlo”, recalca en su informe la Alianza por la Niñez Colombiana.
Ximena Norato, miembro de la Alianza y directora de la Agencia Pandi, explica que “los niños y niñas que recibieron formas de castigo físico o humillante como palmadas, encierros, agarrones o cachetadas, tienen más riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, artritis y obesidad. Deterioro de la capacidad cognitiva, baja autoestima, y tienen además más probabilidad de ser agredidos o agresores en su vida adulta”.
No hay diferencia
Ningún adulto soporta que lo golpeen o lo humillen, ni en su trabajo y mucho menos en su casa. Incluso cuando son situaciones inmanejables y repetitivas se les pide a las personas que denuncien, entonces ¿cuál es la diferencia entre golpear a un niño y golpear a un adulto?
Fácil, es aprovecharse de la ventaja, del tamaño, de la fuerza física, del poder porque el menor de edad está indefenso, porque no tiene independencia económica, porque tiene miedo.
Incluso se ha vuelto común escuchar a orientadores, profesores, padres y líderes recomendando usar el castigo físico como método de educación y formación, al punto que muchas de esas voces pregonan que algunos de los problemas de Colombia se deben a la falta de los golpes y los gritos en la crianza de los hijos. “A mí me pegaron y no me pasó nada”, dicen otros, pero nada más lejos de la realidad.
Elizabeth Gershoff, investigadora y profesora de psicología del desarrollo en la Universidad de Texas, publicó en la revista Psychological Bulletin los resultados de su trabajo sobre los efectos del castigo físico y/o humillante en la niñez: Sí nos pasó algo.
“Incremento de las conductas indeseadas, niños y niñas aprenden a mentir, a romper reglas, a engañar, se afecta la salud mental del niño o la niña, lo que desencadena en tristeza, depresión o ansiedad; se aumenta el riesgo de formar una persona más violenta, agresiva”, concluye el estudio.
Por eso, países como Perú, Argentina, Bolivia, Venezuela, Brasil, Uruguay, Paraguay y Costa Rica, ya tienen una ley que prohíbe cualquier tipo de castigo físico, y Colombia camina hacia allá. “Vamos bien, se ha avanzado en el marco legal, que si se cumpliera se podría decir que Colombia hace la tarea. Sin embargo nos falta en el marco social, cultural y familiar, de comprender que niños y niñas son nuestros pares como humanos y superiores en derechos”, dice Norato.
“Lo más difícil de la crianza no es controlar a los niños y a las niñas, es aprender a controlarnos como padres y madres. Criar hombres y mujeres de bien se hace con amor, dedicándoles tiempo para el aprendizaje, la recreación, respetándoles en su dignidad humana y en cada uno de sus derechos”, recuerda la Alianza por la Niñez.
El castigo físico y humillante es la forma de violencia más usada en contra de los niños y las niñas en todo el mundo. Este tipo de violencia se diferencia del maltrato porque el uso de la fuerza se da para hacerle vivir al niño/a una experiencia de dolor, sin causar una herida, o al menos no visible.
Pero nunca se puede olvidar que, además de ser un ser humano, ese menor de edad tiene derechos prevalentes. Es decir, que sus derechos están por encima de los derechos de cualquier adulto, recalca la directora de Pandi.
Qué hacer
Fedra Rubio, miembro de la Alianza, recomienda que en el acompañamiento, la formación y la educación de niños y niñas, es mejor reforzar la conducta deseada que recurrir al castigo físico y/o humillante.
“Lo primero es reconocerlo, si con nosotros lo hicieron no vamos a repetirlo con nuestros hijos. También hay que saber que los adultos somos ejemplo para ellos, si pego, ellos pegan; si grito, ellos gritan, es decir, reforzamos con el ejemplo”, por lo que insiste en que lo ideal es “reforzar la conducta que se quiere del niño o la niña. Por ejemplo, en vez de pegarle o castigarlo por no hacer una tarea del colegio, acompáñelo en la siguiente, elogie cada paso bien logrado, frente al error aliéntelo a volver a intentarlo, felicítelo en público por el logro”. Así le gustará tanto el tiempo compartido y la forma de relacionarse, que entenderá que es esa la forma en que sus padres le prestan atención. Este tipo de elogios descriptivos le ayudan a niño/a ir comprendiendo y queriendo las conductas aceptadas y adecuadas.
Y no es que se deba llevar un manual para la crianza de los hijos, porque no existe, nadie lo tiene. Pero sí “hacer esa tarea con amor, con afecto”, porque eso es lo que más percibe el niño/a, y lo hace sentir amado, valorado, respetado.
En esa misma línea, señala el informe de la Alianza, uno de los principales retos es “fortalecer la familia, utilizando siempre el diálogo como estrategia para transmitir mensajes. Los niños son seres humanos que entienden explicaciones e instrucciones, responden muy bien a esta clase de estímulos al estar en continuo aprendizaje”.
Según su experiencia, Rubio apunta que es conveniente establecer normas básicas de convivencia y buen comportamiento en el hogar y fuera de él, llegar a acuerdos con sus niños y niñas sobre los temas que generalmente son foco de discordia, esto implica negociar, escuchar, exponer ideas y llegar a un consenso, y también conciliar con él o ella la sanción que deberá cumplir por faltar a una norma”. Así entenderá que los actos tienen consecuencias y que requieren reparación, pero eso sí, “que siempre se cumplan”.
Respetar a los niños y niñas en sus derechos y dignidad humana, y protegerlos integralmente, se traduce en capital social y por qué no, en capital económico. Un capital humano tratado con dignidad, educado y amado, reduce para la sociedad el costo de las consecuencias de la violencia y de la vulneración de los derechos humanos.
29 años de crecimiento
El 20 de noviembre de 1989 se aprobó la Convención sobre los Derechos de la Niñez, un acuerdo que ha permitido corregir, cambiar y mejorar muchas prácticas en la formación y crianza de los menores de edad, pero que aún demanda mucho esfuerzo y compromiso de gobiernos, organizaciones y sociedades para hacerlo más convincente e incuestionable en todos los rincones del mundo.
En 1959, Naciones Unidas aprobó una Declaración de los Derechos de la Niñez, pero no era suficiente para proteger los derechos de la infancia porque, legalmente, no tenía carácter obligatorio. Por eso en 1978, el Gobierno de Polonia presentó a las Naciones Unidas la versión provisional de una Convención sobre esos Derechos.
Tras diez años de negociaciones con gobiernos de todo el mundo, líderes religiosos, ONG y otras instituciones, se logró aprobar el texto final, cuyo cumplimiento es obligatorio para todos los países que la ratificaron.
La Convención sobre esos Derechos se convirtió en ley en 1990, después de ser firmada y aceptada por 20 países. Hoy, la Convención ya ha sido aceptada por 195 países. Los 54 artículos que la componen recogen los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos de todos los niños y niñas.