Casanova es un venezolano que encontró una ciudad llena de ángeles

Autor: Guillermo Benavídez
17 septiembre de 2017 - 02:00 PM

Tras la difícil situación que se presenta en Venezuela, Wladimir Casanova decidió en medio de la zozobra huir hacia Colombia. Llegó a Medellín a sobrevivir con su esposa y sus dos hijos. En su primer día en la ciudad, lo atracaron.

Medellín

Promediando mayo de este año salieron de Táriba, la capital del municipio Cárdenas, en el estado Táchira, Venezuela. Ese es un pequeño territorio de 128.500 habitantes, que hace parte del Área Metropolitana de San Cristóbal. La temperatura es de unos 30 grados.

Allí todo era bueno hasta que estalló la crisis. Lo asegura Wladimir José Casanova Useche, de 23 años, el protagonista de esta historia.

Wladimir, así, con w, huyó con su esposa Evelyn Nataly Caballero Rojas y sus dos hijos: Natalia, de dos años, y Andrés, de 12 meses, hacia Colombia.

Solo alcanzaron a empacar en dos maletas algo de comida y pañales. Con eso y con lo que traían puesto llegaron a Bucaramanga, a la casa de un tío de Evelyn.

El taribero, así le dicen a los nacidos en Táriba, preguntó dónde podría echar raíces con su familia. Le hablaron de Manizales, Bogotá, Santa Marta y Medellín. “Lo primero que nos dijeron es que en Colombia la gente es muy solidaria y hay posibilidades para nosotros, los extranjeros”, recuerda Wladimir.

La mamá de Evelyn se fue para Venezuela hace 22 años. Allí se casó y quedó embarazada al poco tiempo. Es costurera y su esposo zapatero. Es oriunda de Bucaramanga, lo que facilitó que a su hija le dieran la nacionalidad colombiana.

Fue su tío quien les recomendó venirse para Medellín. “Allí podrás vender tus empanadas, tu comida italiana. Allá hay muchas oportunidades”.

Muy de mañana, en un taxi que los transportó desde la Terminal del Norte, la familia Casanova Caballero llegó al centro de Medellín el 6 de junio de 2017. Wladimir solo tenía diez mil pesos en el bolsillo.

Todo era apacible, muy tranquilo, a esa hora. Arribaron a un hotel que está al lado de una panadería, al frente de la Iglesia de la Veracruz.

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Le robaron el dinero y la billetera

Wladimir le contó a la encargada del hotel que ellos recién llegaban de Venezuela. “Señorita, por favor, permítame poner aquí a un lado las maletas. Solo tengo diez mil pesos, pero voy a comprar unos chocolates para venderlos y le prometo que en la noche vengo y le pago los $52.000 que vale la noche”.

Ella les dijo que no. Que mejor pasaran de una vez a la habitación. Que subieran las cosas y en la noche le pagaba. El joven no lo pudo creer.

Se fue raudo, compró los dulces en una cigarrería de Cundinamarca y se fue de lugar en lugar, de gente en gente, ofreciéndolos, contando su historia para que le ayudaran.

Los vendió, compró más y así lo hizo hasta que llegó la noche. “Qué sorpresa. El cambio que tiene este sector es radical, cuando oscurece hay gente no muy buena”, recordó.

Llevaba el dinero suficiente para pagar la habitación y comprar un poco de comida para los niños y su esposa. Pero, tres hombres lo abordaron, lo amenazaron con puñales y le arrebataron la plata y sus documentos, incluido el pasaporte. “Tómenlo todo, pero no me hagan nada”, les dijo.

Impotente, se acercó a dos policías que no estaban muy lejos de allí. Les narró lo sucedido. “¿Y cómo eran?”, preguntaron los agentes. “Ya reportamos el caso. Si sabemos algo le contamos”.

Uno de ellos lo acompañó hasta el hotel, para que le ayudara con la recepcionista, porque quedó de pagarle y a lo mejor no le creería, lo que significaría dormir en la calle, tal vez en una banca.

La mujer, solidaria, les permitió quedarse allí. Al día siguiente consiguió dinero, compró más dulces y con su esposa y sus hijos se fueron a venderlos. “Sí, los cuatro. Hacíamos los $52.000 del hotel y los $70.000 del desayuno, almuerzo y cena, $122.000 diarios. Vendiendo y hablando. No para convencerlos de que me compraran, sino para que me ayudaran con un trabajo estable, con una oportunidad de prepararme, con la posibilidad de montar un negocio”, relató Casanova.

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Indocumentado

Tuvo que irse pronto de aquel hotel. El argumento, por cierto legal, es que no pueden hospedarse extranjeros sin sus papeles en regla. “Mi esposa sí tiene”, respondió a la recepcionista que se lo indicó y que le replicó que eso no era suficiente.

En otro hospedaje la noche valía $42.000, pero tampoco pudo estar muchas noches. Luego fue a uno de $35.000, por los lados de Tejelo. “Pero no aguantamos con ese sitio, nos fuimos para uno más arriba de la estación Parque Berrío del metro. Por pocos días también. En Ayacucho, por donde pasa el tranvía, pagué a $66.000 la noche. Allá conocí a una señora que me dijo: ‘sálgase del Centro’. Y sí, eso hice, me fui para Itagüí, ella me sugirió que me fuera para allá. En un hotel me advirtieron, para ayudarme: “lo vamos a buscar en Migración, si aparece reportado no solo no lo dejamos quedar sino que lo denunciamos. Si no, pues acá se puede quedar’. Pero todo salió bien y allá estuve dos meses, julio y agosto”.

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Conoció un ángel

Caminando las calles de Medellín, una mujer le ofreció ayuda. “Una señorita me dijo ‘busca un apartamento yo te pago cuatro meses’. Lo empecé a buscar, pero perdí la comunicación con ella. Tampoco encontré nada, es difícil. Ella me ayudaba con cien mil pesos, pero seguro pensó que la estaba estafando de alguna manera o engañando o que soy un vividor”.

La última semana de agosto, Evelyn consiguió un apartamento, pero Wladimir no volvió a saber nada de aquella mujer. “La quiero contactar para agradecerle al menos y que no piense que soy un aprovechado y desagradecido”.

Para aquel apartamento, ubicado en Robledo, no les exigieron muchos requisitos. “Hemos dado con personas muy buenas. Porque piden muchos papeles para arrendar y uno que recién llega no tiene recomendaciones, no conocemos a nadie”.

La inmobiliaria les señaló que había un método de pago que se llama “el americano”, gracias al cual se pagan cuatro meses por adelantado, las fotocopias de las cédulas, dos referencias personales y dos familiares.

Ayer, sentado en un sillón del apartamento que ahora habita, a Wladimir le cambió el rostro, se le iluminó, antes de expresar lo siguiente. “Una de las cosas primeras en este camino que iniciamos es Dios. Y Dios no se nos puso en el medio para decirnos que era Él, pero puso a muchas personas para que nos brindaran su apoyo. Nos ha facilitado muchas cosas”.

Se necesitaban $2.800.000 para cubrir los cuatro meses, $80.000 del estudio y otros $150.000 en documentación. Una cifra alta.

Wladimir salió con sus chocolates y con mucha confianza en que todo se iba a solucionar. “Le comenté a una señora mi situación. Me respondió: ‘ojalá aparezca esa mujer que dijo que le iba a ayudar’. Era mi ángel. Me respondió eso, pero tenía otra intención, una muy buena. Me dijo, ‘mira, yo te voy a ayudar con algo y tu consigues el resto. Dame tu número de celular y luego te aviso’. Ella es de apellido Micolta, toda su familia ha sido una bendición”.

En la tarde la señora le escribió diciéndole que “le tenía alguito”, que no sabía si le iban a servir. Recogió $2.500.000. “¡Guau!, solo faltaban 300.000 para tener este apartamento, ¿qué es esto? Y me fui rápido a vender chocolates y a caminar estas calles de Medellín de tanta gente tan amable y tan solidaria”, expresó un emocionado Wladimir.

En El Poblado, otra mujer se ofreció a llevar sus cosas hasta el apartamento. Fue con su camioneta hasta el hotel donde se hospedaba y solo vio unas cuantas maletas con ropa. “¿Es todo lo que tienes?”, le preguntó.

Wladimir no para de narrar emocionado aquel momento. “Entonces me dijo ‘llévate este mueble’. Y me alegré porque al menos íbamos a poder dormir en el mueble. Un muchacho que me dijo que le avisara cuando tuviera el apartamento, lo llamé y me regaló una cama. Una sobrina de la señora a la que yo llamo mi ángel me dio $800.000 que recogió con la gente cercana a ella y con eso compré una nevera”.

Horas más tarde, su ‘ángel’ no le consignó los $2.500.000 sino de una vez los $2.800.000 que necesitaba. “Es un ángel, un ángel de Dios”.

La mujer que llevó sus maletas y el mueble le entregó $300.000 en efectivo para que mercara.

El primero de septiembre le entregaron el apartamento a la familia Casanova.

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Todo cambió en Venezuela

Cuando empezaron los disturbios en las calles de Venezuela, la gente se volvió como loca. Lo asegura Wladimir. “Nos fuimos para la finca de unos tíos, todo era un caos, no había dónde ni cómo conseguir alimentos. De hecho, así es aún. Mi hija no es asmática, pero con las bombas lacrimógenas duró un tiempo que no podía respirar. Dejamos todo y llegamos a la finca. Luego vimos en la televisión que ya se podía regresar a San Cristóbal. Pero yo ya no quería volver. Allá en Táriba tenía un negocio de helados con 12 clases de sabores, pero ya nadie compraba. El Estado le arrebató esa empresa de helados a los dueños y ya solo distribuían dos clases de sabores y de pésima calidad. En la caja decía calidad F, que es la buena, pero llegaba un triple J, el más malo. No había para surtir. Todo comenzó a cambiar”.

Contó que quiso dejar el negocio a su hermana, pero ella lo rechazó porque la gente solo quería comprar comida. Y ni eso había. “Cuando avisan que llegó lechuga, la gente se mata por conseguir una. Está imposible vivir allá”. Lo de la lechuga se lo contó su señora madre, quien hace manicure y pedicure en la plaza de mercado mayorista.

Cuando Wladimir tenía un año perdió a su padre. Su hermana vive en Maracay, en el estado Aragua, y su otro hermano está con su mamá en Táriba. Es toda su familia.

En la finca, le propuso a Evelyn. “Se viene conmigo o nos separamos. No podemos seguir acá”. Ella le respondió que sí, que se iban.

“Acá en Medellín nos han pasado cosas buenas. La sonrisa de mis hijos es lo que más me gusta. Allá ya no había alegría, solo angustia. Cualquier cosa le pueden hacer a uno, un guardia, una manifestación, un ladrón, un asesino”, reflexionó el joven taribano.

Advirtió que lo que sucede en Caracas es la muestra de lo ocurre en todo el país vecino. “En Caracas hay multitudes porque es a donde quieren llegar, pero en las otras partes del país están las guarimbas, llegan los antimotines, la gente protesta, porque necesitamos mejores condiciones humanas. Yo salí a protestar, pero eso no sirvió, nos fuimos a la casa sin ningún logro, limpiaron las calles y los almacenes también están limpios”, concluyó.

 

Experto en cocina italiana

Aunque Wladimir vendió chocolates y ahora se dedica a comercializar gel antibacterial empacado en bolsas por un precio de $5.000 cada uno, lo suyo es la cocina.

Terminó el bachillerato y estudió una técnica en informática. Para pagar sus estudios, terminó trabajando en un restaurante, en el que le subsidiaron un buen curso en una escuela gastronómica, de nombre Fogo. Allá se graduó de chef experto en comida italiana.

Ahora, además de ser experto chef y técnico en mantenimiento de computadores, su motivación es el idioma inglés, que quiere estudiar lo más pronto posible.

Tiene claro que la ayuda pronto se acabará y por eso quiere trabajar, para sacar adelante su familia. También es cantante de música urbana. Tiene dos videos en los que le canta a su inspiración, su esposa Evelyn.

“Dios es muy bueno conmigo, las personas de Medellín son ángeles, a excepción de aquellas personas que me robaron, pero bueno, todos tenemos necesidades y cada quien se la rebusca como puede o como sabe”, puntualizó.

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Oposición eligió garantes

Representantes del Gobierno de Venezuela y la oposición se reunieron esta semana en Santo Domingo como inicio de un eventual nuevo proceso de diálogo, cuyas reuniones seguirán el 27 de septiembre.

El diputado venezolano y negociador opositor Luis Florido aclaró ayer que no ha iniciado un diálogo con el Gobierno y que no habrá uno hasta tener las garantías para ello, y calificó la reuniones en la capital dominicana como "encuentros exploratorios".

"Nosotros hemos aprendido la lección con el Gobierno", resaltó al tiempo que recriminó que el Gobierno haga "propaganda" política a su favor con estas situaciones.

Por su parte, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, aseguró este viernes que los dos bandos están próximos a lograr un acuerdo de convivencia.

La alianza opositora venezolana Mesa de la Unidad Democrática (MUD) informó ayer sábado que, como garantes del eventual diálogo con el Gobierno del presidente Nicolás Maduro, la oposición venezolana escogió a Chile, México y Paraguay para que sean los países que le acompañen el proceso.

Entre las negociaciones que, según la oposición se encuentran en fase exploratoria y que no significan aún un diálogo político, se acordó que seis países acompañarían el proceso del nuevo y eventual diálogo.

Florido indicó que "México, quien ha liderado ante la OEA una lucha y que es líder la región, y Chile que es un país importantísimo del sur y que tiene una influencia en toda América del Sur y también del Norte".

Por su parte, indicó, el Gobierno seleccionó a Bolivia y a Nicaragua, pero no ha informado sobre su tercera decisión.

"Hay dos países que faltan por definir. Ya nosotros definimos cuál es nuestro tercer país que en este caso sería Paraguay. Ustedes han visto las posiciones de Paraguay con respecto a la lucha por el cambio político y la democracia en Venezuela", adelantó.

Florido destacó que el presidente de República Dominicana, Danilo Medina, -uno de los impulsores de este nuevo proceso-, "ha sido un anfitrión que ha tenido un equilibrio muy importante".

"Pero también de la Organización de Naciones Unidas, nada más y nada menos, el organismo más importante multilateral", agregó.

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