Escuchar es poner atención a lo que no sabemos. La tarea del maestro era para Mairena este saber escuchar a medida que se adentra con infinito amor en la humillada tierra de España.
Juan de Mairena el heterónimo de Antonio Machado reconoce que uno de sus alumnos está “especializado en la función de oír” Aquel a quien un día al preguntarle su nombre contesta. “Joaquín García, oyente” Ante lo cual Mairena aclara: “Es cierto que no distingo entre alumnos oficiales y libres, matriculados y no matriculados; cierto es también que en esta clase, sin tarima para el profesor ni cátedra propiamente dicha – Mairena no solía sentarse o lo hacía sobre la mesa -, todos dialogamos a la manera socrática; que muchas veces charlamos como buenos amigos, y hasta alguna vez discutimos acaloradamente. Todo esto está muy bien. Conviene, sin embargo, que alguien escuche. Continúe usted, señor García cultivando esa especialidad” Escuchar es poner atención a lo que no sabemos. La tarea del maestro era para Mairena este saber escuchar a medida que se adentra con infinito amor en la humillada tierra de España. “Mairena hacía advertencias demasiado elementales a sus alumnos. No olvidemos que éstos eran muy jóvenes, casi niños, apenas bachilleres, que Mairena colocaba en el primer banco de su clase a los más torpes, y casi siempre se dirigía a ellos” El pueblo no es una abstracción al uso retórico de demagogos sino la dura infancia de la verdad. En el niño que escucha están las preguntas. Maestro es quien se abre a los ojos de la párvula que escucha desde el fondo de las agonías y se hace solidario de éstas. Porque el maestro que fue Machado es aquel que busca descifrar el alfabeto inicial de sus alumnos para así establecer el diálogo. Machado sabe que su pedagogía debe partir de este intercambio de experiencias, las auroras de las tierras sembradas, los espacios de vida anteriores a la gramática, la perplejidad de toda inocencia preservada y la experiencia del dolor que él, como adulto, lleva en sí, ilusiones fieramente guardadas, y las estrategias que un espíritu libre ha desarrollado para defender las necesarias herencias del espíritu, el legado de los grandes maestros que reclaman un diálogo socrático maestro-alumno sobre temas eternos como la verdad y la mentira, la caducidad y la eternidad y sobre aquello que periódicamente ha llevado a España a entregarse –como hoy lo hace - al cainismo, a la deslealtad, a la anarquía: la libertad como tarea de emancipación frente al fatalismo de los populismos . Por esta razón la libertad es una premisa de la política y confundir la educación, que debe ser el permanente espacio del diálogo, con el adoctrinamiento político, equivale moralmente a la violación mental de un párvulo, a la pérdida de su inocencia a manos de torcidos personajes disfrazados de maestros. Machado se refería a la juventud y con ésta establecía el diálogo buscando encontrar a través de sus voces la España que la política había traicionado.
Hemos visto en Colombia el ejemplo del joven capaz de recorrer en canoa siete horas para dar clase a un grupo de niños en medio de la selva, hemos visto a maestras capaces de hacer largos recorridos a pie para dar clase a un grupo de niñas campesinas, vemos niños que diariamente realizan peligrosos recorridos para ir a la escuela, el amor a la enseñanza, el respeto a los principios éticos de la educación establecen en Colombia el contraste radical con esa parodia de supuestos educadores que nunca dieron una clase y aspiran a “tener un país como Cuba o Nicaragua”. Destruir la noble imaginación de un niño con atroces consignas “revolucionarias” es equivalente al delito de lesa humanidad que supone el reclutamiento de niños para la guerra.
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