Alejandra, y su valiente lucha para transformar su vida

Autor: Redacción
16 enero de 2020 - 07:42 PM

En la oscuridad de la calle y las drogas encontró la luz del esfuerzo institucional para salvar vidas. Ahora, como secretaria de la presidencia del Concejo de Medellín, será un faro para quienes deseen reencontrar el camino.

Medellín, Antioquia

Desde que tuvo uso de razón sintió que estaba aprisionada en un cuerpo equivocado, que no era el que sentía internamente. Sus gustos se inclinaban por lo más delicado, lo más femenino, el maquillaje, los zapatos entallados y la ropa de colores vivos que contrastara con su blanca tez.

Afinidad cada vez más fuerte, la misma que asumió con total madurez, sin siquiera recriminarse o cuestionarse el porqué. Era así como mejor se sentía.

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A los 7 años dejó las empinadas calles del barrio Doce de Octubre, allá en el extremo noroccidental de Medellín, donde había crecido al lado de mamá, para irse a vivir con papá en Bucaramanga, de donde regresó seis años después convencida de que era el momento de adoptar físicamente esa figura femenina que había construido internamente durante los 13 años de su vida.

“Fue difícil. Primero contarle a mamá, a la abuela, decirles que yo no era lo que parecía, que quería ser una chica. Sabía que era un golpe para la familia, porque hay barreras culturales y tradiciones muy arraigadas, sabía que iba a perder personas cercanas, amigos, incluso familiares que ya me lo habían expresado. Muy  difícil, pero era una decisión tomada, no iba a renunciar a sentirme mejor conmigo misma”, cuenta hoy Alejandra Maya Restrepo, que fue el nombre que eligió para su definitiva transformación.

Mamá y abuela lo entendieron, pero su decisión también le abrió puertas equivocadas, de fiestas, amigos y drogas que la condujeron por un oscuro camino en el que sus sueños se convirtieron en la más horrible pesadilla. Entonces la chica esbelta, rozagante y alegre que un día decidió irse a vivir nuevas experiencias al Centro de Medellín, tocó fondo, hasta lo más profundo del abismo, de donde parece que no hay regreso.

Las drogas la indujeron al trabajo sexual. “Sólo quería consumir y consumir. A veces pasaba tres y cuatro días sin comer y sin dormir, sólo consumiendo. Ya nada importaba, ni la vida misma. Y bajo ese estado buscaba y deseaba la muerte intensamente. Esa era la salida, el escape que no encontraba”.

Sumergida en el más profundo estado de depresión, sin fuerzas y en un evidente estado de deterioro físico, con el más inimaginable dolor lastimando lo más profundo de su ser, un día entendió que “eso no era lo que yo quería para mi vida, no era lo que había soñado. Estaba perdiendo todo por lo que había luchado. Me miraba al espejo y veía una mujer, pero no la que yo quería ver en mí, ni física ni emocionalmente. Veía una mujer destruida, agobiada, dolida, maltratada. Una mujer extraviada, que actuaba como queriéndole cobrar algo al mundo, algo que no me había hecho”.

Allí entendió y aceptó que necesitaba ayuda. Y su fe en Dios, “que no discrimina, ni juzga, que nos escucha en cualquier momento”, le mostró esa luz, “porque reconozco que bajo mis fuerzas humanas no hubiera sido capaz, tal vez, pienso ahora, porque quería que mi testimonio se convirtiera en una luz para otras personas”.

Entonces se acordó de la Casa de la Diversidad, una sección de la Secretaría de Inclusión Social y Familia de la Alcaldía de Medellín que hace parte de la red de apoyo para la comunidad Lgbti, ubicada cerca al Parque de Bolívar y con la cual ya había tenido acercamientos.

“Allá me escuchaban, allá lloraba, me desahogaba. Ese fue el primer paso para buscar la salida. Me ayudaron con los trámites para el cambio de mi nombre, y desde entonces soy Alejandra, me conectaron con otra sede, Por mis derechos, también de Inclusión Social, y luego acudí a Centro Día, donde recibí toda la atención que me abrió las puertas de regreso a la vida”.

Allí inició el camino de la resocialización. Conoció el proyecto de las Granjas Productivas Somos gente, que ofrecen modalidades semiabierta e interna para habitantes de o en situación de calle que quieren construir un proyecto de vida diferente.

“Primero pasé semana y media en Centro Día en un proceso de contención y después me interné 18 meses en el trabajo de las Granjas. Desde el 5 de julio de 2018 hasta hace diez días, el 2 de enero. No quiere decir que ya me salvé, la adicción es una enfermedad que uno adopta, pero ahora sé que tengo las herramientas para enfrentarla, como se enfrenta cualquier otra enfermedad”.

Y Alejandra lo hace con las herramientas “o medicinas” que recibió en la Granja, respeto y apoyo, manteniendo la mente ocupada, asistiendo a grupos, hablando con alguien de confianza, expresando su ansiedad, automotivándose y motivando a otros.

“Eso me hace sentir útil y capaz”, dice una segura y sonriente Alejandra, el mejor testimonio de que ese esfuerzo institucional por rescatar vidas vale la pena, no sólo porque ella ha vuelto a vivir, sino porque como ejemplo acompañará esa luz que muchos más necesitan, ahora desde el cargo que desempeñará como secretaria del presidente del Concejo de Medellín, Luis Bernardo Vélez, gestor del programa de las Granjas en la pasada Administración, la luz que la tiene de vuelta a la vida y tras la cual ella debe seguir siendo un faro para quienes desean reencontrar el camino…

 

Enfoque de salud pública

La problemática de habitantes de y en situación de calle es cada día más preocupante en Medellín. Una tragedia que es la expresión de una serie de conflictos sociales en la ciudad, en la región y en el país. Situaciones de drogadicción, alcoholismo, salud mental, desplazamiento, pobreza y, sobre todo, violencia intrafamiliar, como primer causante, todo eso aumentado por una desbordante migración en precarias condición de vulnerabilidad, llevan cada día a más personas a unas dolorosas condiciones de vida, hoy acentuadas en el sector de El Chagualo (con epicentro en las carreras 52-53 entre calles 56-57).

“Es una realidad que nos muestra muchos síntomas de lo que está pasando en la familia, en la sociedad, en territorios urbanos y rurales de Medellín. Y cuando esta problemática se entiende de esta manera, es necesario mirarla con un enfoque de salud pública, como lo manda la Organización Mundial de la Salud”, argumenta Luis Bernardo Vélez, exsecretario de Inclusión Social de Medellín y hoy presidente del Concejo Municipal, desde donde quiere retomar y continuar el esfuerzo que inició en el comienzo de la pasada Administración, orientado a rescatar vidas.

Según el concejal, “los enfoques de seguridad no son afortunados para el manejo de esta situación, porque lo que se hace es desplazar el problema de calle en calle. Y por el contrario, el enfoque de salud pública considera unos componentes de prevención, mitigación, rehabilitación, atención, resocialización, y sobre todo de inclusión social familiar, educativa y laboral de esas personas de y en situación de calle”.

Y en ese sentido se compromete a que “desde este Concejo y desde esta Administración, el esfuerzo se encaminará a restaurar esa política pública que se articule primero con otras secretarías, porque por la dimensión que ha alcanzado no puede seguir siendo una responsabilidad única de la Secretaría de Inclusión Social, hay que vincular Seguridad, Desarrollo económico, Educación, Cultura, Salud, Familia y Derechos Humanos”.

A eso, dijo, también se debe vincular la comunidad en general, “porque no es dando limosna como se soluciona el tema, por el contrario los aumenta”.

Explicó que el Plan de Desarrollo incluye también una propuesta de política pública en salud mental para Medellín, advirtiendo que el Homo -Hospital Mental de Antioquia- es hoy insuficiente para atender las problemáticas en este campo, e insistiendo en que también es urgente “desarrollar una política de prevención desde los territorios, que incluye la apertura de una nueva casa con atención primaria en salud para esas personas”.

La idea, apuntó el concejal, “es trabajar unidos en el tema de Recuperemos lo Social, que está en el plan de desarrollo e implica mover de nuevo la solidaridad en la ciudad, para entender qué es lo que está ocurriendo en las familias y a través de la inversión social lograr un enfoque de oportunidades, no de asistencialismo”.

Lo dice desde su experiencia y conocimiento del tema, “el problema no se va a solucionar hasta que no haya una realidad diferente en los hogares, en las familias, en los barrios, porque los principales detonantes de estos casos nacen de la violencia intrafamiliar, la drogadicción y el alcoholismo, ese es el combustible de esta tragedia y sólo con presencia y oportunidades se les puede cambiar la vida a estas personas. De eso, Alejandra es un fiel testimonio”.

 

Esfuerzo de todos

Con un presupuesto de $24.396 millones de pesos para este año, la Secretaría de Inclusión Social y Familia de Medellín espera reactivar y fortalecer los programas de política pública para atención de las personas de y en situación de calle.

"Estamos revisando y replanteando lo que hay que hacer frente a esta realidad, no puede haber más esperas, es una situación que hay que atender de manera urgente, y lo vamos a hacer desde un enfoque humano, porque aquí lo primero es la persona”, afirmó Mónica Alejandra Gómez, secretaria de Inclusión Social y Familia.

Y en esa medida, dijo, “vamos a respetar incluso la decisión de quienes tienen definida la calle como proyecto de vida, pero que sea en condiciones más dignas”, lo que implica continuar los programas de las Granjas Somos Gente, de atención básica en Centro Día y el trabajo de resocialización para todos los que deseen esa oportunidad.

Se trata de ayudar a quienes estén dispuestos al cambio y mejorar las condiciones de quienes quieran seguir en ese camino. “Si hay voluntad en una persona se le va a ayudar con metodología y estrategia, para eso disponemos de un equipo interdisciplinario, incluido un psiquiatra que va a evaluar a cada uno de ellos para saber hasta qué punto son enfermedades mentales, deficiencias cognitivas o personas que están en plenas capacidades para tomar un empleo, una beca o para entrar al sistema educativo”, expresó la funcionaria.

Ese proceso, expuso, “que debe articular los esfuerzos del sector público y privado para llegarles con una oferta cultural, artística, de talleres, además de cubrir sus necesidades básicas como aseo y alimento, permitirá escuchar los pensamientos de cada una de esas personas, sus necesidades,  sus propósitos, y a partir de ahí engancharlos a un proceso de resocialización en el que se puedan rescatar vidas”.

Compartió la secretaria que distintas situaciones de orden familiar son el principal detonante de esta problemática, y como la legislación de la que se dispone tampoco permite obligar a nadie a aceptar la oferta institucional, a menos que un juez lo declare interdicto, la intervención tiene que ser integral, por lo que será fundamental vincular en ese trabajo a la Unidad de Familia. “Será un trabajo de todos”, dijo.

 

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