Son momentos difíciles para las democracias del siglo XXI, que parecen blindadas, haciendo que pocos se preocupen cuando son enfrentadas violentamente por actores militares o civiles.
El pasado lunes en el Liceo Francés de Bogotá se hizo el homenaje de recordación a las víctimas del holocausto, con presencia de varios sobrevivientes, el presidente y el director de las comunidades judías de Colombia, así como embajadores, incluyendo el de Alemania.
Se hizo mucho énfasis en que por lo menos en los colegios no se recuerda sistemáticamente a los estudiantes este infausto momento de la humanidad, y yo como profesor creo que tal vez en la universidad tampoco lo hacemos con la periodicidad necesaria.
Yo sé que uno de mis abuelos se hizo soldado para pelear en la Segunda Guerra Mundial contra Hitler, en defensa de su pueblo, pero no me queda claro que más hemos hecho el resto de la familia en ese sentido todos estos años.
Y lo digo porque no creo que sea una deuda de los alemanes si no una deuda de la humanidad en su conjunto y quizá en particular de quienes quizá no existiríamos si no hubiera sido vencido el fascismo.
Como politólogo y estudioso de las democracias, la pregunta que siempre me hago es cuando se perdió la democracia, por qué ese país destructor que ahora es la locomotora de Europa fue una democracia antes de volverse el monstro que todos conocimos en libros, películas y relatos.
Más que teorías, que las hay muchas, yo creo que la democracia se perdió, y varios libros apuntan en este sentido, cuando a las personas dejo de importarles que se rompiera el orden establecido, que no era autoritario, a partir de las acciones directas.
La noche de los cristales rotos, cuando fueron atacados los negocios de la población judía sin que la ciudadanía se opusiera, fue uno de los momentos más rotundos en este sentido.
Todavía hoy en día pienso que cuando alguien se muestra indiferente en el momento en que personas de izquierda o de derecha, o con cualquier argumento, destruyen, atacan y se regodean en ese ejercicio, Ésos mismos hubieran sido también pasivos en la época de la Segunda Guerra Mundial.
Son momentos difíciles para las democracias del siglo XXI, que parecen blindadas, haciendo que pocos se preocupen cuando son enfrentadas violentamente por actores militares o civiles.
Es por esto por lo que no puede olvidarse el genocidio contra los judíos, los gitanos, los opositores políticos y los gais durante la época nazi. Es decir. si se borra eso de la memoria, puede pasar que grupos violentos empiecen a tomar fuerza dentro de las democracias y cuando, como sucedió en Alemania, se intente reaccionar contra eso, ya sea demasiado tarde.
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