Un Rey sin corona

Autor: Carmen Vásquez Gómez
16 noviembre de 2018 - 11:19 AM

La historia del Reinado Nacional de la Belleza se viene escribiendo desde el año 1934, principio de una época de oro, pero ahora el cantar es otro, solo queda el recuerdo.

Medellín

Doña Tera era distinguida, amable, sincera, prudente y muy humana. Cinco virtudes que no le heredó su sucesor. Una mujer que por el cariño y amabilidad que expresaba, todo el mundo se llegó a sentir en la confianza de llamarla “Doña Tera”.

Una mujer totalmente preocupada por el factor humano más que por el factor económico, valor monetario que nunca le faltó al histórico evento que siempre demostró buen gustó, buenas alianzas, apoyo empresarial y una suma de personas que en sus diferentes oficios siempre fueron el refuerzo de la muy esperada fecha que concentraba la atención en el mes de noviembre.

Todo el mundo quería hacer parte del Reinado, todo el mundo se soñaba ir al Reinado, todo el mundo hablaba del Reinado. Se llegó a decir que el Reinado era el “bálsamo” de un espacio que aliviaba los problemas del país.

Pero el tiempo y su natural ley de vida, se llevaron un día a doña Teresa Pizarro de Angulo. En abril del año 2000, la “mamá de las reinas” partió por una afección pulmonar. La misma Tera que trabajó en la Junta del Concurso, siempre “ad honorem”, la que entregó su servicio a la comunidad por su sensibilidad social, obras que ella levantó con solo una sonrisa: La Clínica del Club de Leones; su alianza con el Minuto de Dios, que a punta de un caldito y un pan, fundó el Barrio de las Reinas; su ayuda a la Liga Colombiana de Lucha Contra el Cáncer y las obras sociales a la Policía Nacional.

Pero algo que en ella sobresalía fue su diplomacia, con la que le hizo frente a más de un escándalo en el Reinado Nacional. De todo esto queda el recuerdo.

 

Don Raimundo

Lo llaman “Don Rai” y es el hijo menor, el que cogió con la derecha y la izquierda las riendas del Reinado, tanto que hoy uno escucha decir "El Reinado de Rai".

Su blanca guayabera siempre es muy fina e impecable, igual que sus zapatos blancos, vestuario de su diario vivir en Cartagena. Otra cosa es verlo impecablemente vestido de “formal azul oscuro” cuando está en Bogotá.

¿Y por qué está al frente del Reinado? La pregunta del millón. ¿Por qué él, y no otra de las distinguidas damas cartageneras que fueron por muchos años mano derecha de doña Tera, asumió el mando? Él, poco a poco en vida de Doña Tera, iba y se enteraba del rodaje del negocio del Reinado. Y ahí quedó. La casa del Concurso en Cartagena es hermosa, tiene toda la historia de estos 84 años que han trascurrido corona tras corona.

¿Y este maravilloso patrimonio, esta mina de oro, de quién es? ¿A quién le rinde cuentas tanta belleza? Otra vez surge la pregunta… ¿Quién le pone el cascabel al gato? En idioma costeño se traduce: "esta es una vaina jodida".

 

Época de oro

Aquellos años en los que la belleza jugaba de natural en el rostro y cuerpo de las primeras diez participantes en el año 1934, fue el esplendor que dio comienzo a la primera era del Reinado. El presidente Enrique Olaya Herrera marcó presencia y el jurado estaba integrado por 13 miembros del alto curubito nacional.

Todavía la belleza de Yolanda Emiliani Román, representante de Bolívar, es recordada como la primera Señorita Colombia.

Ese curubito de personajes del alto Gobierno se dio el lujo de ser más de una vez protagonista, como en el año 1955, cuando a Esperanza Gallón Domínguez le entregó el cetro el entonces ministro de Gobierno, General Gabriel París.

Y siguieron los días de la independencia y siguieron las carrozas y siguieron las cumbiambas y el concurso de traje típico, el vestuario de sastre y sombrero de los años 50, el straples para las galas, el canutillo, las lentejuelas y las plumas.

De lujo los edecanes de la Marina que siempre las escoltaban como sus ángeles guardianes. Y una que otra prohibición como en el año 1957, cuando fue prohibido el desfile en traje de baño. Y no lo duden, la Santa Madre Iglesia opinaba, pero no se perdía de ver el Reinado.

Época de oro en que cada representante llegaba a Cartagena con una numerosa comitiva en la que no fallaban el gobernador, el alcalde, su diseñador de vestuario, su maquillador y toda la familia. Y con toda razón y lógica, porque cada una de ellas era distinta, aquí radicaba la gracia de verlas desfilar con su personalidad y diferencia.

Famosos y muy concurridos fueron los salones en el Hilton, que representaba las artesanías y la imagen de los departamentos.

¿Escándalos? Más de uno, porque siempre el meter gato por liebre entre tanta señorita sin ser señorita, fue titular de primera página. Recordemos que el Reinado también fue tocado por esa terrible y caliente época de los señores de la mafia que perseguían a las más bellas.

Y por cierto, en esta época de oro del Reinado, toda la prensa nacional hacia presencia con cientos de periodistas de todos los medios de comunicación, los periódicos le dedicaban páginas diarias a todo lo que acontecía dentro y fuera del Hotel Hilton, en donde una dama de las relaciones públicas, doña Sonia Gedeón, atendía con lujo de detalles a toda esta tropa de periodistas. Con la sola escarapela los periodistas hacían tranquilamente su cubrimiento.

En la noche de coronación, la pasarela de invitados era de estricto smoking los señores y de gala las señoras. Allí se congregaba la clase alta de toda la Costa. Daba gusto.

 

Lo de hoy

Nuevo siglo, nuevas órdenes. El cantar de don Rai es a otro tenor.

Voló a los diseñadores de cada candidata, voló a los maquilladores. La lista de periodista se redujo a exclusiva. Nada de edecanes y la línea a seguir es hacer negocios.

Una sola marca de cosméticos para maquillar a todas las candidatas; una sola marca de moda para vestir a todas las niñas, se acabó el atractivo de verlas desfilar diferente y se impuso el uniforme. Se acabó esa actividad y dinámica de las “Corporaciones de Belleza” de los diferentes departamentos del país.

Y no faltó el personaje que, moviendo sus crespitos, dijera que en la mujer lo que valía era la inteligencia, no el ser reina. Poco a poco se fue entrando a un desaliento de reinas y reinados. Todo fue disminuido a la mínima expresión.

Se enredaron las fechas de Miss Universo. Se acabó la gala y llegó lo informal, lo común y corriente. Aquella llegada de las reinas con el tumulto del pueblo esperándolas para verlas ya no existe. Ya no hay Minicromos, ya no hay Balleneras. Ya no hay entusiasmo.

¿Y las obras sociales? Ni idea de ellas.

El canal RCN, que siempre le llevó a cada hogar cada minuto de lo que pasaba en Cartagena, dijo No más. Y como dice el cuento infantil, en apuros se vio tío grillo en manos del rey.

Nadie se enteró de la versión del Reinado que acaba de celebrarse, siendo un gran esfuerzo el de Telecaribe. No fue una producción de aplaudir, ni siquiera el comienzo tratando de ponerlas a volar como mariposas y menos haciendo muecas en su presentación. Todas silvestres.

De las 26 candidatas no había una que ameritara un desmayo por su impacto y belleza. Silvestres.

Las cinco finalistas: Atlántico, Bogotá, Bolívar, Cartagena y Valle, que fue elegida como Señorita Colombia. Por primera vez en la historia del Reinado, un departamento cuenta hoy con dos Señorita Colombia, la que irá en diciembre a Miss Universo y la elegida el lunes en la noche.

En las calles de Cartagena no se vio el jolgorio y la alegría, el buscapié y los disfraces desaparecieron, el Hilton se vio solitario y la prensa no registró nada. Desde hace rato se le viene diciendo a don Rai que el Reinado necesita una reingeniería ¿Y quién le pone el cascabel al gato?

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