El profesor Óscar Jairo González revisa la estética teatral de la obra Cabaret Baudelaire que tiene en temporada el Teatro Oficina Central de los Sueños.
Baudelaire es un teatro porque podemos decir que tiene tres características que relacionan su vida con el teatro: Tensión, temperatura y temperamento.
Y eso lo instala en su Cabaret Baudelaire, el Teatro Oficina Central de los Sueños, con la dirección de Jaiver Jurado. Tensión, porque hay en ella aquello que en uno mismo es necesario tensionar al máximo para que se concrete en una realidad la concentración tormentosa y liberadora, de la posesión y del furor, hacia la revelación. Texto revelado. O el “yo mismo revelador”.
En la misma ilación que le da la coherencia simbolista, que se necesita porque hay temperatura, que es el medio con el que se mide, de ser o no necesario, la tensión que se pone sobre las cosas. Es el conocimiento con el no-conocimiento. Intencionalidad excesiva. Instrumento, medio o herramienta con la que se hace la incisión en el lector, en el observador, en el que escucha.
Y podemos indicar que la vida de Baudelaire es un relato en el que la naturaleza se provoca como un elemento raro, oscuro y sobrenatural, siendo pues el temperamento aquello que se instala como la forma de la meditación o de reflexión: la creación. Creación que proviene del temperamento. De la crisis y la crítica. Porque entonces sólo habría creación tras la crisis y la crítica en la que uno se inserta.
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No tiene intención sino tensión, es lo que se desarrolla en Cabaret Baudelaire con las teorías y los escandalosos temas de Baudelaire. Escándalo absoluto (del Ser absoluto baudeleriano).
Ya en el teatro mismo, lo que observamos evidencia la intencionalidad teatral de Baudelaire, es por ello que el actor Carlos Ríos puede decirse en esa relación que tiene en un momento mismo con Baudelaire y con Poe, pues los ha de intervenir y medir en la escena, en momentos de rara intensidad: “Como actor, concibo un escenario soñado, unos personajes envidiables por cualquier actor en su infinita inocencia, teniendo en cuenta que en la obra puedo representar los dos personajes gracias al juego que llamamos ‘multiplex’, en el cual cada actor puede representar todos los personajes de la obra en cualquier momento y en el que Poe aparece como una marioneta que visita este mundo como un vagabundo empedernido. Baudelaire, por su parte, es un invitado de las musas a conocer el estado actual de su poesía, y ese dialogo, más que hipotético, se vuelve un momento sublime, del cual no quieres salir, lo gozas hasta el último segundo, porque uno quisiera seguir soñando con ese reto mayor, alcanzar su condición de artista”.
Arley Bedoya, actor del colectivo, quien hace uno de los Baudelaire, puede decirnos con intensa lucidez que, desde que la pieza teatral, empezó su proceso de creación, después de que “los interrogantes de las investigaciones nos llevaron a poner al poeta en un gran cabaret contemporáneo, donde tenemos la oportunidad de hacer una comedia negra, mediante el juego escénico teatral, la música y la danza, que nos llevan a percibir lo burlesco y lo cómico expresándole al espectador algo de su poética maldita; la relación indeleble se puede percibir cuando ponemos al poeta con los espectadores, dando algo de su refinamiento y llevándolo a ser parte de su misma crítica y donde tenemos la posibilidad de percibir una buena parte de su labor como crítico del arte y su visión de la vida moderna”.
Con la risa como eclosiona del sentido teatral, el reír también se estructura en este teatro en Baudelaire. No es lo mismo reír sin teatro que reír en el teatro. Las dimensiones críticas, irónicas y oxidantes de la risa, son de un alcance escandaloso, pues dicen de la verdad lo intolerable, lo insólito y por ello mismo lo nuevo y lo moderno.
Y la risa es para Baudelaire una teoría, ya que “la risa es satánica, es profundamente humana. Es, en el hombre, la consecuencia de la idea de su propia superioridad; y, en efecto, como la risa es esencialmente humana, es esencialmente contradictoria; es decir, es a la vez signo de una grandeza infinita y de una infinita miseria (…)”.
Tentativa insolente en la que se ha mantenido intacto, desde su proyecto inicial, el Teatro Oficina Central de los Sueños con Baudelaire y sin duda, Baudelaire con ellos, se ha radicado por su carácter de escándalo provocante por lo hace indicación indeleble a la modernidad, a lo nuevo.
Indestructible sentido y forma teatral. ¿Y las máscaras y las sensuales bailarinas, qué son?: lo excéntrico que hace combustión de lo real del deseo.
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