Moda populista

Autor: Sergio de la Torre Gómez
10 noviembre de 2018 - 09:05 PM

La noción primigenia de populismo, su primer ensayo, se vivió en la Argentina de Perón

Populismo es la palabra que preside y marca el debate político en el mundo de hoy, incluida Europa. Lo que dicha palabra designa dejó de ser un fenómeno propio, típico de Latinoamérica, para tornarse universal, abarcando los países más diversos en su estructura y desarrollo, desde Estados Unidos hasta Turquía y desde Bolivia hasta Polonia, pasando por Francia y la tan equilibrada Alemania. No importa la atmósfera o clima social que se respire, todas las culturas políticas, todo régimen, cualquiera sea el tipo de gobierno vigente en el país de que se trate, todos, desde los más arcaicos hasta los “postmodernos” (como se dice ahora), a sus gobernantes hoy no se les clasifica como de izquierda o derecha, progresistas o retrógrados, democráticos o autoritarios, sino que, tocados por la misma pandemia, más bien se les cataloga de populistas, sean diestros o siniestros. Comprendidos ahí ciertos regímenes socialistas, que por presumirse tales en razón de su naturaleza y sus características sociales, o de la nueva ubicación de las clases o estamentos asignada en la pirámide política que rearmaron, y de que tanto alardean como si ello fuera por si solo prueba de excelencia o perfección. No en vano el marxismo en que dicen inspirarse, ellos mismos lo catalogan de “ciencia”, dizque regida por leyes y principios incontestables en la teoría, y en la práctica o ejercicio de construir el paraíso socialista que anuncian y nunca llega.

Lea también: Viejo y nuevo populismo

En nuestro continente la noción primigenia de populismo, su primer ensayo, se vivió en la Argentina de Perón, quien aportó el modelo que otros adoptarían luego sin igual resultado. Así fue: el modelo populista por antonomasia lo implantaron aquí Juan Domingo y Evita, sin copiárselo a nadie, pues ése en particular no se había dado en el mundo, ni siquiera en la España de Primo de Rivera o la Italia de Mussolini, que fueron cosa muy distinta al “justicialismo” gaucho que les siguió tres o cuatro lustros después. En sus rasgos esenciales, por aquellas calendas intentaron replicar al argentino (como si tal trasplante fuera posible en circunstancias tan distintas) Getulio Vargas en Brasil y Velasco Ibarra en Ecuador. Las condiciones no se prestaban y lo único que resultó de allí fue una enorme frustración. Ambos eran gobiernos que se reelegían, pero respetando las reglas y la Constitución democrática vigente. Tanto que cedieron el mando cuando, no pudiendo reelegirse más, fueron derrotados en las urnas, Y además, reconozcámoslo, no apelaron a los subsidios o asistencialismo desbordado e irresponsable en la medida en que lo hicieron Perón primero y Chávez después, para seducir a la plebe y ganarse su apoyo. En lo adelante todos los que intentaron el mismo experimento también fallaron, verbigracia Fujimori en Perú, así hubieran recurrido a la misma demagogia enderezada a enardecer a la pobrecía. O sea aquello que en la vieja Grecia llamaban “oclocracia”: divinizar a los indigentes o “descamisados” (como los llamaba Evita) hasta convertirlos en aparente fuente de poder y legitimidad. Intentaremos luego concluir este bosquejo, azas engorroso, del populismo. Fenómeno, o epidemia, que se extiende por el planeta sin que todavía, en lo que concierne al continente, y menos a Colombia, hayamos podido entenderlo, para prevenirlo como se debe.

Vea además: Demagogia al por mayor

 

 

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