Mirando hacia adentro

Autor: Redacción
23 julio de 2017 - 02:00 PM

Félix Ángel comparte notas sobre la exposición Experience America, abierta al público actualmente en el Smithsonian American Art Museum de Washington, Estados Unidos. 

Washington, EE.UU.

Entre las magníficas exposiciones que se programan para el verano, en Washington D.C., coincidiendo con la celebración de la fiesta patria de los Estados Unidos (4 de Julio), llama la atención una pequeña -y casi discreta- muestra organizada por el Saam (Smithsonian American Art Museum), dedicada oportuna y apropiadamente a los Estados Unidos.

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La exposición se centra (aunque no se limita) en la producción artística de los años 30, en USA, una década liderada políticamente por Franklin Delano Roosevelt (FDR), durante la cual el país experimentó una crisis económica sin precedentes, conocida como “La Gran Depresión.” 
Como respuesta a esa crisis, FDR creó el New Deal, y en 1933, como parte de este, un programa piloto para dar trabajo a los artistas bajo el nombre de Public Works Art Project (Pwap). 

El Pwap fue el primer programa de este tipo en los Estados Unidos. Funcionó desde diciembre de 1933 a junio de 1934. Fue dirigido por el abogado y artista Edward (Ned) Bruce. Los fondos provenían de la administración de obras civiles. Bruce ayudó a incluir los artistas en el New Deal, con el argumento que también tenían que comer, una visión realista que a más de ochenta años parece original, sobre todo en Colombia, un país donde la gente cree que los artistas no trabajan. El programa continuó hasta 1943 como parte del Work Progress Administration, rebautizado en 1939 como Work Projects Administration. Las represas Coulee y Hoover, el Parque Nacional Smokey Mountain, la carretera de Miami a Key West con 42 puentes, el Túnel Linlcon que conecta New Jersey con New York City por debajo del río Hudson, el aeropuerto La Guardia y el puente Golden Gate son algunas de las obras emblemáticas de infraestructura que construyeron como resultado de los esfuerzos de FDR de crear trabajo para el pueblo norteamericano en un momento en el que el desempleo superaba el 25%. 

Las obras de la exposición hacen parte de la colección del SAAM, pero hasta mediados de los años 60s decoraron oficinas públicas como el National Park Service y la General Services Administration (dependencias del Departamento del Interior), y el Departamento del Trabajo, entre otras dependencias oficiales. Las obras de arte originadas por el PWPA fueron incorporadas en su momento a una variedad de localizaciones, incluyendo la Casa Blanca y la Cámara de Representantes.

El propósito del Pwap fue “dar trabajo a los artistas competentes con el fin de embellecer los edificios públicos”. Los artistas debían enfocarse en temas relacionados con la “vida norteamericana”. Téngase en cuenta que, esa “vida”, se encontraba en reformulación. 
Por fuera de esta condición, no hubo mayor restricción para lo que los artistas podían o querían hacer. El resultado fue una gran mirada introspectiva -social e ideológica, resaltando aspectos por los que nadie antes se había preocupado con excepción de pequeños grupos progresistas -como el Ashcan School (Filadelfia-New York) durante la década 1910-20 , cuyas ideas fueron opacadas por la supremacía visual e intelectual del arte moderno europeo correspondiente a las mismas décadas.

Los artistas participantes debían ser artistas profesionales y recibían salarios de US$38 y US$46,50 a la semana. Se calcula que en total se contrataron 3.749 artistas que produjeron aproximadamente 15.663 obras. Los miles de obras como bien establece el texto de introducción a la muestra estuvieron por décadas colocadas en escuelas, estaciones de correos y edificios públicos, y dan constancia de la fortaleza de los norteamericanos durante uno de los periodos más difíciles de su historia. 

Moses Soyer, uno de esos miles de artistas (de origen ruso), beneficiario del Programa, expresó que el Pwpa “dio dignidad a los artistas, sentido de “pertenecer”, y ser miembros útiles a la sociedad”.

El Pwpa fue un éxito, y contribuyó notoriamente a desarrollar las artes en poblaciones y provincias alejadas de los grandes centros urbanos. Indirectamente, en consecuencia, estimuló la aparición de un arte regional que exalta características sociales, actitudes y costumbres locales, “el paisaje, la industria, la clase trabajadora, y un sentido de comunidad compartido al igual por ciudades grandes y pueblos pequeños, no obstante, la Depresión.”

Esa mirada hacia adentro no fue pasiva o contemplativa. En muchos casos es celebratoria, pero a la vez analítica y critica. Acentuó características y condiciones que con autenticidad podían definir un “espíritu norteamericano”: la determinación de sobreponerse a la crisis para reconstruir una sociedad transformada en el proceso, regida por valores democráticos, estado de derecho y capacidad renovada para garantizar progreso constante y sostenido --moral y material, y lograr lo que en la constitución se describe como “la búsqueda de la felicidad”. Todo ello suena muy retórico a nuestros oídos, acostumbrados como estamos a la cháchara patriotera y el retruécano oportunista de nuestros politiqueros, ridículamente correcto, que sabemos de sobra no produce resultados. Pero explica como un país bordeando el colapso, agredido y forzado a desgano a involucrarse en una guerra mundial, sale victorioso y se convierte en líder del hemisferio libre. Con ello el centro del arte occidental se traslada a New York, y ya conocemos el resto, para no alargar este texto.

Las crisis son, entre muchas, oportunidades para definirse existencialmente, y las obras en la exposición a la que hago referencia reflejan esa idea, sin pretensión, pero con obstinación, creatividad e inteligencia, humor, y algo que a nosotros nos falta: dignidad.

Una pregunta obligada queda colgando en el aire luego de visitar Experience America: ¿cómo y con qué hubiera respondido Colombia, desde la cúpula hasta el final de la fila en una situación similar, basados en lo que conocemos por la historia, pasada y presente?

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