Juego y poesía. La poesía “pura” y las jitanjáforas

Autor: Lucila González de Chaves
10 diciembre de 2017 - 12:14 AM

La maestra y escritora Lucila González de Chaves explica y deja importantes ejemplos de las jitanjáforas, figura poética excepcional

Medellín

La “poesía pura” en la literatura es un tema muy analizado y controvertido a lo largo de la historia.
Para algunos estudiosos, “poesía pura” es una poesía depurada de elementos no poéticos. Se hace una selección, una destilación de todo lo impuro; es decir, de lo humano: sentimientos, anécdotas, descripciones, etc.
Para otros, “pureza” es autenticidad. Se habla de ser “sincero”, “leal”, como reacción contra el romanticismo.
Hay quienes afirman que poesía “pura” es todo lo que permanece en el poema, después de haber eliminado todo lo que no es poesía. “Pura” es igual a “simple”, químicamente.
Otros la definen como aquella poesía de asociaciones de sílabas que no se proponen significar nada.
La expresión “poesía pura” se aplicó especialmente a la mal llamada Generación del 27 – 1927 - (“Grupo 27”, según el crítico Mateo Velasco), en España, y dentro de ese grupo, sólo a los poetas catedráticos: Jorge Guillén y Pedro Salinas. Sin embargo, el tiempo desmintió esta clasificación, porque estos poetas fueron después cantores existenciales. Y el mismo Guillén dijo: “Si hay poesía, tiene que ser humana, porque un poema ‘deshumano’ es una imposibilidad física y metafísica”.
A propósito de poesía “pura”, se ha recordado que la literatura se hace con palabras, no con ideas, así como la música se hace con sonidos y la pintura con colores; debemos recordar que las palabras son, precisamente, el lenguaje humano.
El crítico Francisco Ayala afirma que las palabras son signos; encierran ideas, hechos que no registran ni los sonidos ni los colores; y expresa categóricamente: “La poesía pura es un empeño desesperado”. En la expresión literaria existirá siempre un elemento intelectual.
La impresión estética nos hace recibir un mensaje que puede ser muy tenue o muy intenso, según los valores de la expresión poética.

Hay otra historia:

En 1920 y años siguientes tuvieron importancia algunos hechos en Cuba: se agrupan los mejores poetas de vanguardia, entre ellos: Agustín Acosta, Felipe Pichardo y algunos otros que iniciaron la etapa siguiente llamada “Vanguardismo social”.
En 1926 se editó el libro La poesía moderna en Cuba. En una de sus secciones se hablaba de “los nuevos”. Entre ellos se destacaba Mariano Brull (1891 – 1956), recordado por ser uno de los propulsores de la “poesía pura”, la que se constituía en otra vertiente del vanguardismo, con antecedentes en el poeta Valery y propagado por el abate Henri Bremond en Francia.
Según esta teoría, “la poesía no necesita de la razón para ser comprendida”, o dicho de otra manera: “la poesía no necesita de la razón porque su función estética se agota por fuera de ella”. 

Y, ¿las jitanjáforas?

El poeta cubano, Mariano Bull construyó algunos poemas sin sentido, solamente con fonemas. De una de esas estrofas sacó el gran escritor mexicano Alfonso Reyes el nombre de esta forma de escribir: “jitanjáforas”.

Esta es una estrofa del poeta Bull:

Filifiama alabe cundre
ala olelínea alifera
alveolea jitanjáfora
liris salumba salífera
oliviaoleo olorite
alalal Cáfora Sandra
milingitara girófora
zumbra ulalindre calandra

 Ante todo, en la jitanjáfora se acepta el juego. Se lee en voz alta para captar el medio musical. Y, al decir de Andrés Amorós, al referirse específicamente a una página de la obra Rayuela de Julio Cortázar, capítulo 68, hay allí escenas de amor físico, evocados con medios musicales que fácilmente pueden catalogarse como jitanjáforas; sin embargo, no se prescinde de lo significativo.
Y el crítico citado sigue hablando en el mismo texto: “….hay que defender una literatura impura expresión de un hombre concreto, histórico, con todas las impurezas que una vida humana lleva consigo y que constituyen, a la vez, su grandeza y su debilidad. Literatura impura, que no prescinda de la autenticidad humana ni deje de apuntar a la belleza y a las exigencias de toda creación artística”.
Pero, veamos otros conceptos sobre estos juegos verbales. Dice el ensayista mexicano Alfonso Reyes que las jitanjáforas no se dirigen a la razón, sino a la sensación y a la fantasía. Las palabras no buscan un fin útil, sino que juegan solas. Son impulsos rítmicos. La jitanjáfora es una flor verbal que nunca ahoga el lenguaje práctico.
Este es un ejemplo de jitanjáfora escrita por el poeta colombiano Porfirio Barba Jacob, cuando aún era muy joven: 

La galindinjóndi, júndi,
la járdi,jándi jató,
la farajija jija
la farajija fo.
Yaso deifo deiste hundió
donei sópo don comiso,
¡Samalesita!.

Las jitanjáforas son o puras o cultas. La jitanjáfora pura es de carácter popular. Se caracteriza por no tener en cuenta los cánones de la lógica y de la lingüística. Las hay de varias clases:

- Los signos orales que no llegan a constituir palabras, como las señales para llamar la atención: “pst”, “bs”, “fs.”.

- La onomatopeya:

“pun” (trueno)
“tan” (golpe)
“gua, guá” (perro)
“grrr” (perro bravo)
“cro, cro, cro” (rana)
 “runrún” (ruido confuso de voces)
(Onomatopeya es la formación de una palabra por imitación del sonido de aquello que se designa).

- Las interjecciones, que no llegan a ser palabras: “ujú, újule, épale, upa”.
-El lenguaje de las aves: cúu, cúu, cúu, cúu (la tórtola), “quiquiriquí” (gallo).
- Las jitanjáforas de la cuna o canciones de arrullo: rorororró, arrurú.
- Las glosolalias pueriles: juegos, corros, ejercicios de dicción y de retención, como: 
“materilerileron”, “unica, dosica, tresica”, “desnarizorejará”, “desnarizorejador” “una, dola, trena, catrena”, “ene, tene, tri”, “desconstantinopolizará”, “desconstantinopolizador”.
(Un notica sacada de los dulces recuerdos: muchísimas personas como yo, aprendimos a entonar con expresividad y armonía frases y textos, a vocalizar bien las palabras, a articularlas con corrección, además de recrear el oído con dichas expresiones rítmicas, gracias a que los abuelos repetían con nosotros dichas glosolalias, y, luego de aprendidas, nos celebraban nuestras continuas repeticiones).

- Las brujerías, los ensalmos, magias, conjuros, como: “noval, rival, vanorbi” (mal de ojo para recién casados). “Abracadabra” (solución mágica).
- Las canciones populares que hacen a un lado la lógica o la gramática, como esta del siglo XVI:

Quando bon hombe viene de vino
¡O Dios de mi vida!
Halara semengiere perdida.
¡O Dios de mi vida!
Animalida.
dorlopida,
lagoni, Lagosa,
Oziga. Lorida
¡O Dios de mi vida!

- Las estrofas tontas, como estos versos de un sainete argentino:

“El sol sale de día,
La luna sale de noche,
Cuatro ruedas tiene mi coche
Con mucha melancolía.

- Los gritos de guerra del soldado al disparar: Con estos se relacionan los gritos de los estudiantes, los de los equipos y sus hinchas, y los de algunos bailes y canciones modernos.

La jitanjáfora culta ofrece dos aspectos:
-El dislate culto que respeta la gramática, pero es absurdo en cuanto a las relaciones intelectuales inverosímiles.
-La expresión extrema de la fantasía, que juega con los valores acústicos sin sentido, como este ejemplo, en boca de un personaje:

Oye amiga remoción:
Tú no sabes el cajón
que llevo dentro del alma,
que cual carpintero ensalma
las tablas con el martillo
y el amor que ya cepillo.

Y este otro ejemplo de poetas bobos, cuyas producciones van haciendo parte del folclor:

Ayer saliste de misa,
te saludé deferente,
pude ver en tu sonrisa
que había fríjol en tu diente.

En esta clase de jitanjáforas, se destaca la que insiste en el disparate racional y es llamada por algunos estudiosos: NONSENSE
Ya en el siglo XVIII – y aún antes - el idioma español contaba con aquellas llamadas rimas “atroces” o “quintillas disparatadas”. Este ejemplo del año 1496 está citado por Fr. Martín Sarmiento en sus “Memorias para la historia de la poesía y poetas españoles”:

Anoche de madrugada,
ya después de mediodía,
vi venir en romería
una nube muy cargada, etc. (sic)
No después de mucho rato, 
vi venir un orinal
puesto de pontifical

como tres con un zapato.
Y allí vi venir un gato
cargado de verdolagas,
y al “parce mihi”, sin bragas,
caballero en un gran pato,
por hacer más aparato.

 

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